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La categoría del Málaga

Aficionados malaguistas, en La Rosaleda.

Aficionados malaguistas, en La Rosaleda. / L. O.

Gonzalo León

Gonzalo León

Entender lo justo de fútbol tiene muchas ventajas. Por lo general lo pasas peor y sueles encajar las malas rachas con menos dramatismo.

Hoy el equipo de nuestra ciudad se enfrenta a una de las crisis más complejas de los últimos años pues tiene pie y medio en lo que hasta hace poco era Segunda B y que ahora no tengo claro cómo se denomina.

En el fútbol, los resultados en la cancha suelen ser el criterio principal para medir el éxito de un equipo. Sin embargo, en ocasiones, es fundamental reconocer que hay aspectos que trascienden los números y las clasificaciones. El Málaga CF, un club histórico del fútbol español, se encuentra actualmente en una situación delicada y se especula con su posible descenso de categoría. Aunque la pérdida de la categoría sería un golpe duro, no podemos olvidar que la verdadera esencia de cualquier equipo radica en su afición y en el vínculo que esta crea con la institución.

El Málaga CF ha experimentado altibajos en su trayectoria deportiva en los últimos años, pasando por momentos de gloria en competiciones europeas hasta situaciones más complicadas en la clasificación de la liga. A pesar de ello, una constante se ha mantenido: el apoyo inquebrantable de su afición. La pasión y el compromiso de los seguidores blanquiazules han sido un pilar fundamental para el club, convirtiendo cada partido en una auténtica fiesta y demostrando que la grandeza de un equipo no se mide únicamente en términos deportivos.

La afición del Málaga CF ha demostrado ser una de las más fieles y entregadas de España. Temporada tras temporada, miles de aficionados llenan el estadio La Rosaleda para alentar a su equipo, sin importar si se encuentra en la élite o en momentos difíciles. Es en los momentos de adversidad cuando se revela el verdadero amor por los colores, y la hinchada malaguista ha dado sobradas muestras de ello.

El descenso de categoría no debe ser considerado como el fin del mundo para el Málaga CF, sino como una oportunidad para fortalecer los lazos entre el equipo y su afición. El amor por el club no debe estar condicionado por los resultados deportivos, ya que la identidad de un club no se construye exclusivamente sobre trofeos y logros efímeros, sino sobre la pasión y el orgullo que sus seguidores sienten al vestir los colores de su equipo.

El posible descenso de categoría puede ser un momento de reflexión para el Málaga CF, una ocasión para reafirmar su compromiso con su afición y redoblar los esfuerzos para recuperar el estatus perdido.

La afición malaguista merece un reconocimiento especial. Han demostrado su lealtad en los momentos de gloria y también en los momentos de adversidad. Han sido el motor que ha impulsado al equipo en su búsqueda de la grandeza y han mantenido viva la llama de la esperanza cuando las cosas no iban bien. La fidelidad de los seguidores del Málaga CF es un ejemplo a seguir para todos los aficionados al fútbol, un testimonio de que el amor por un club va más allá de los resultados.

El posible descenso de categoría del Málaga CF, si bien sería un duro golpe para el club, no debería ser motivo de desesperanza. La verdadera grandeza de un equipo no radica únicamente en su posición en la tabla de clasificación, sino en la pasión y el compromiso de su afición. La lealtad y el apoyo incondicional de los seguidores del Málaga CF han sido un factor determinante en su historia, y esa esencia no se verá empañada por una temporada difícil.

Siempre es triste ver a un equipo decaer, pero el espíritu de lucha y la unión entre el Málaga CF y su afición pueden ser la clave para reconstruirse y regresar con más fuerza. La historia del fútbol está llena de ejemplos de equipos que han superado situaciones difíciles y han vuelto a brillar con el apoyo incondicional de sus seguidores. El verdadero valor de un club radica en su afición, y el Málaga CF tiene la suerte de contar con una de las más entregadas de España.

Quizá hayamos encontrado, como en muchos otros aspectos de la vida, la esperanza en lo más profundo del boquete. Y es que, en esto del fútbol como en muchas otras cosas, hay que saber diferenciar lo que es un negocio de lo que es fervor, pasión y sentimientos verdaderos.

Recuerdo hace unos años, en la época florida de Al-Thani and company -en la que grupos de aficionados me dieron hasta en el cielo de la boca por poner en cuestión al presidente- afirmé algo que sigo sosteniendo: los colores no se compran.

Podrás hacerte con las acciones de la empresa, con los derechos televisivos o el estadio. Pero jamás podrá nadie adquirir la ilusión de la gente de la ciudad que ve más allá del resultado.

Me cae muchísimo mejor este Málaga de ahora que aquél que iba en volandas a golpe de dinero raro. Aquella época era bonita. Pero impostada, artificial y extraña. Y a la larga, tal y como estamos comprobando, nefasta.

Ojalá pronto llegue alguien y tome las riendas de una empresa que precisa de una gestión quizá más solvente y acompañada de algo de mejor suerte. Por el camino quedan solamente partidos perdidos y falta de ingresos. Pero el estadio está en el mismo sitio, los colores no cambian y las pipas se las comerá la gente igual aquí o en el espejismo de la Champions.

Es motivo de orgullo ver a los malaguistas disfrutar tanto a pesar de que en lo deportivo vaya cuesta abajo y sin frenos. Señal inequívoca de personal inteligente.

Ya llegará el momento de recuperar los puntos y niveles. Porque en lo que se refiere a categoría, la afición del Málaga de ahora no hace más que subir.

Viva Málaga. Y sus malaguistas.