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Sublime obsesión

El título, tomado de un melodrama de 1935 del que dos décadas después Douglas Sirk haría un gran remake, es una redundancia, pues en la obsesión, como en la locura, suele haber algo sublime. La de Feijoo con Pedro Sánchez, que le llevaría a hacer de estas elecciones autonómicas y locales un supuesto “plebiscito”, denota algo raro, un exceso, una manía, impropios de quien ha hecho su carrera desde la flema y la moderación. En la corte de Madrid algunos dicen que se debe a la presión de Ayuso resoplándole al cogote, presta a lanzarse a su yugular si, con ella triunfando a lo grande, Feijoo no logra un triunfo a tono en las locales. Otros creen que es el modo de captar votos antisanchistas del PSOE. Pero en toda obsesión hay siempre algo personal, un despecho, un odio. Dando la vuelta a otro título de éxito (Atracción Fatal, 1987, con una maligna Glenn Close) saldría éste: Repulsión fatal.

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