Notas de domingo

Placeres ¿pequeños?

Jesus Vigorra

Jesus Vigorra

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Lunes. Hay lunes que se empeñan en mostrarse en todo su esplendor. A las nueve y media, tras participar en el programa de Jesús Vigorra en Canal Sur radio, Vuelo hacia el Palacio de Ferias y Congresos donde me aguardan Juan Carlos Blanco, periodista, consultor, amigo y David Cerdá, economista, divulgador, autor de ocho libros, para incluirme en su podcast ‘Algohumanos’. La conversación a tres fluye sobre cultura, identidad, periodismo, libros, literatura. Va uno encadenando palabras, oyendo a los demás, discurriendo, aprendiendo. Todo, en un improvisado estudio de radio en medio de un gentío que va y viene de stand en stand de la feria. De pronto me acuerdo de que no he desayunado y me dan ganas de relacionar el hambre con la cultura, pero no sé si se me iba a entender bien. Vuelvo al centro de la ciudad y tiento a mi director para que me invite a unos churros antes de conectarme por zoom (hay que ver las cosas que uno maneja ya) con el gran Roberto López, que me ha invitado a su programa de 101 TV en directo para charlar de la actualidad. Hay que ver las ganas que tiene todo el mundo hoy de hablar. Un placer. Días después me siguen diciendo que me han visto «en lo de Roberto». Ay, la tele, magia y poder. A la tarde, todo sofá me parece poco. Escribo una columna sobre Xavier Trías que me queda un poco sosa, correctilla. Todo por no decir a las claras que el personaje es, a fuer de sincero, un viejo chocho faltón, altivo y supremacista. Un majarón, tal vez, solo tal vez, que dirían en Málaga. Ceno coliflor.

Martes. Como llevo ya tantas semanas sin nombrar aquí a mi cafetera, comienza a renquear. O a lo mejor es mi paladar, que está algo maleado hoy. El día se presenta tranquilo, por fortuna, y puede uno así darse sin remordimientos a la creación de greguerías, el cultivo de excursiones mentales, la imaginación de argumentos noveleros y el zapeo golfo. Contar nubes también. A veces entro en un bar solo para poder pronunciar la palabra clarete.

Miércoles. La feliz idea de caminar a pleno sol desde el periódico hasta el chiringuito. Seis mil pasos. Está hoy casi desierto. La caña entra fresca y vivificante por el gaznate. Besa uno la espuma como quien besa una frente amada. En este tipo de momentos siempre me acuerdo de ‘El primer trago de cerveza’, librito delicioso y ya casi legendario de Philippe Delerm sobre los pequeños (¿pequeños?) placeres de la vida. Miro el horizonte como quien mira un infrecuente espectáculo. Barquitos. Pañuelitos tiene la mar. Ensalada y pasta a la putanesca. Sandía. Tras la siesta en la hamaca compruebo sobresaltado si las olas siguen ahí. Alivio y café cortado.

Jueves. A ver si con esta no te quedas dormido, me dice Amaya. Vemos un capítulo de Citas Barcelona. Saco en claro que urge ya darse una vuelta por esa ciudad y a ser posible alojarse en el hotel donde se desarrolla una de las dos historias. Clara Lago está un poco aparatosa y sobreactuada al principio. Luego mejora mucho. Creíble.

Viernes. En el tren, camino a Sevilla, caigo en la cuenta de que me he duchado con un champú para rizos. Temo que alguien me lo note al entrar al plató. Temor infundado: todo el mundo habla de la calor. Cervezas en Triana.

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