En corto

Retratos de Feria (3): Los feriantes

Pedro de Silva

Pedro de Silva

En cualquier democracia los políticos son despreciados, admirados y envidiados, todo a la vez o según los días. La culpa, como de casi todo, la tiene el demonio, que aunque la iconografía lo presenta uno, es plural y toma la forma del cuerpo del que se adueña. Puesto que el demonio no es otra cosa que el genio profundo de la condición humana, con su parte animal en carne viva y la parte humanitaria de su disfraz dejada en casa, lo anima sobre todo la voluntad de poder, en este caso la del mayor depredador de la escala biológica. En todo político hay algo de posesión diabólica, porque esa voluntad se le ha metido dentro. Todos, sin excepción, están dispuestos a pactar con el diablo, pero unos se le someten, sin más, y otros logran cabalgar al íncubo del poder que quería cabalgarlos, valiéndose de su fuerza. Aunque suelan disfrazarse, el exorcista los distingue por su mirada.

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