Tribuna

Universitarios en lucha

Juan de Dios Mellado

Juan de Dios Mellado

Hay momentos, y no pocos, que reconfortan el espíritu y nos reconcilian con la historia y la memoria. Me sucedió el jueves pasado, por la mañana, con dos entrañables amigos, Antonio Morales y Pepe Gutiérrez Valenzuela que tienen, pegado como lapas a su espíritu, la defensa de la libertad, de la democracia y los derechos sociales y con los que me hice una foto en el Rectorado de la UMA debajo de una modesta placa que recuerda a universitarios malagueños, pocos pero aguerridos, que a principios de los setenta, tortura mediante, lucharon para conseguir la libertad y la democracia, cercenada de raíz por el eterno franquismo, el mismo que quiere resucitar la envalentonada y pringada cúpula ‘voxista’, con descarado apoyo de una parte de la derecha más retrógrada que se resiste a olvidar la dictadura.

Como periodista y declarado defensor de la libertad y de la democracia recuerdo algunas manifestaciones y encontronazos con los ‘grises’, léase policía franquista, en la plaza de La Merced, a los pies del monumento a Torrijos, allá por los años 73 y 74, con el carnet de periodista entre los dientes, sin que sirviera de nada. Palo y tente tieso. Esta placa hace justicia a veteranos luchadores por la libertad, como tiene dicho uno de sus promotores, José Coriat.

Esta placa ha sido colocada por el Movimiento Universitario de la UMA, con las bendiciones del rector, José Ángel Narváez, acto al que asistieron universitarios que peinan canas, pero que tienen vivos aquellos recuerdos y aquellos años de lucha. Que parte del equipo del rector, Juan Antonio García Galindo, Tecla Lumbreras y Francisco Murillo, estuvieran presentes dice mucho de ellos y resalta el valor que se le ha querido dar, como reflejaría el rector en su corta pero sentida intervención, a la colocación de la placa. No debe haber olvido.

Posiblemente sea uno de los últimos actos del rector Narváez, después de 8 años al frente de la UMA. Le honra y dice mucho de él. Yo he trabajado con Narváez, codo con codo, desde la presidencia del Consejo Social de la UMA y puedo dar fe de su declarada defensa de la universidad pública y de los valores que, en esencia, configuran y articulan el espíritu universitario que emana de la libertad y la democracia y que, como dijo el rector, hoy están en peligro y conviene, pues, estar alerta. «La Universidad pública está para transformar la sociedad y ser bastión de la democracia y la libertad, en peligro hoy». Sin comentario que añadir.

Desconozco si otras universidades de España tengan placas para recordar la lucha universitaria contra la dictadura franquista. En la UMA, nada menos que en el Rectorado. Y cuando me colocaba para la foto con mis amigos y compañeros de lucha y alegrías, no pude por menos que recordar mi paso por las universidades de Granada, Barcelona y, sobre todo, por la de Madrid, en la década de los años sesenta. Me van a perdonar por echar la vista atrás porque soy de los que piensan y defiende que sin memoria los pueblos están condenados a la nada, al vacío. Fueron años de lucha, a veces dura y traumática, que me dejaron huellas, en el cuerpo y en el espíritu no fáciles de olvidar, pero que se compensan cuando me viene a la memoria hechos reales acaecidos en el año 1965 al lado de profesores que fueron y son parte de la historia real que transformó la sociedad como José Luis López Aranguren, Enrique Tierno Galván, Agustín García Calvo, Montero Díaz y José Luis Sampedro, entre otros. O teniendo como compañeros a quienes fueron actores directos para terminar con el sindicato universitario franquista, potenciando el Frente de Liberación Popular (FLP) como, recuerdo, a Jaime Pastor Verdú, a Carlos Romero, más tarde ministro con González, a Román Orozco, a Hilario López Luna y practicantes directos de la democracia como Miguel Ángel Arredonda o Fernando Méndez Leite. Es hora de recordar el importante papel que tuvieron las movilizaciones obreras y estudiantiles en el final del franquismo, muchos de sus militantes respondían a una generación que no vivió la Guerra Civil. Como tiene escrito Eugenio del Río (’Jóvenes antifranquistas, 1965-1975’. Editorial Catarata) apenas eran 15.000 personas organizadas en toda España pero de tal fuerza y magnitud, con manifiesta disociación entre sociedad y régimen, que las siglas que daban fe a estas organizaciones llegaron a convertirse en el rosario del antifranquismo, todas ellas ligadas a la izquierda, con claras influencias marxistas. Y como en el olvido se mecen, desgraciadamente, hechos relevantes recordar, al menos, que ya la mujer tuvo papel protagonista en esta lucha, como tuvo dicho y escrito una de sus más señeras representantes, la troskista Pina López Gay, de la Joven Guardia Roja (JGR), que en Málaga, cuando corría el verano del 73, ya fuera capaz de enfrentarse al entonces capitán y golpista en ciernes, AntonioTejero, que había tomado la Tribuna de los Pobres con sus guardias armados hasta los dientes.

Por ello y por lo que se queda en el tintero, la izquierda enterrada en el olvido, me sentí identificado con la placa colocada en el Rectorado de la UMA, recordando largas, profundas, razonadas y sentidas conversaciones con los profesores Arcas y García Galindo para quienes, como para uno mismo, rescatar la historia y la memoria, contada en verdad, es y será el mejor antídoto para defender la democracia, para mantener viva la defensa de las libertades democráticas, en peligro hoy en todo el mundo por la ultraderecha y los populismos, capaces de mangonear las conciencias sin pudor alguno.