Opinión | Mirando al abismo

La desigualdad y las palabras

Una joven que varios lemas el 8M.

Una joven que varios lemas el 8M. / EFE

Ahora que parece estar de moda el feminismo y que todo tiene un rastro violeta, me parecía oportuno ahondar en lo profundamente que están arraigadas las nociones del patriarcado y la justicia social.

Sí he dicho justicia y no desigualdad porque el feminismo busca una equiparación en derechos y libertades. Empecemos por el principio. En el siglo XVIII se produjo un movimiento social, cultural e intelectual conocido como Ilustración, debido a eso los ciudadanos empezaron a exigir sus derechos y tras un tiempo peleando por ellos se les concedieron, a ellos, en masculino plural. Nosotras seguíamos sin ser nada, sin tener nada. Desde ese momento el feminismo surge con el propósito de equipararnos a nuestros semejantes masculinos. El problema viene cuando vemos que el patriarcado ha afectado más profundamente de lo que creíamos a nuestro entorno. Ha afectado a la forma en que nos comportamos, a la forma en la que hablamos, e incluso al respeto que creemos que se merece alguien.

Evidentemente soy feminista porque no podría ser mujer sin serlo, pero yo entiendo por feminismo abrir puertas, hacer las cosas tan bien como puedas en tu campo de estudio o de trabajo para que nadie se vuelva a preguntar si una mujer puede hacerlo, como por ejemplo, lo hace Laura Lechuga en el campo de la ciencia siendo una de las científicas más importantes de España, o cómo lo hizo Gloria Fuertes con su poesía para niños y para adultos. Así, de la mano de estas dos grandes mujeres, las niñas de hoy saben que pueden, que esos ámbitos están abiertos para ellas. Ese es en el feminismo que creo, en el del respeto, en el del trabajo, en el de la libertad. Por eso me cuesta tanto entender determinados comportamientos. Sé que cuando pongo mi columna en el periódico me expongo a vuestras opiniones, es algo que no solo acepto, sino que además me gusta.

La mayoría de vosotros conversáis con respeto y una educación magnífica, pero hace poco me encontré con alguien que no era así. Sé que parezco más joven de lo que soy, y no me gusta tirar de formación para hacerme oír ni respetar, pero tengo unos estudios que me aportan las bases para mis opiniones y siempre suelo responder con argumentos basados en las teorías que conozco. Cuando, ante eso, me encuentro con desprecio y condescendencia no puedo evitar pensar si a un hombre de mi misma edad le respondería igual.

He tenido la inmensa suerte de rodearme de hombres que me han visto a mí, no al género.

Por eso en este artículo solo quiero que sepan que gracias a ellos soy más libre más decidida y más valiente.

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