Cuando las gentes del lugar salen a la calle para contemplar las procesiones lo hacen de manera distinta según gustos, posibles y circunstancias. Tenemos a los que van con muchos niños y deciden molestar a los demás en distintos lugares. Tenemos a los que optan por balcones y hoteles en busca de la comodidad. También están los que quieren la estampa clásica que solo te ofrece estar a pie de calle. Y tras todos ellos… la familia de Carretería. La formación de las familias en el emplazamiento de la calle Carretería es sencillo. Familia-Familia-Carrito de patatas asadas-Familia-Familia-Carrillo de mano con limones- Familia… y así hasta la tribuna de los pobres. El asentamiento oficial se produce cuando ya ha pasado la primera o segunda hermandad -No hay prisa-.

La calle se puede decir que es suya. No tienen agobios ni problemas ni miedos. Es más. El problema lo tienes tú si los molestas. El desembarco de estas familias no se parece del todo al de Normandía porque aquí no hay fuego a discreción pero sí hay sillas plegables, sillita para la nena de su papa, otra sillita que hace de mesa supletoria, las mantas para las rodillas de la abuela, la nevera de la comida, la nevera de la bebida, la bolsa con el chocolate y el saco de basura. En este último punto, el de la basura, tenemos distintos ambientes. Están los educados, que recogen sus basuras en bolsas -producen en torno a 34 kilos de basura en 4 horas- y también tenemos a los más liberales. Los del suelo. Se reconocen fácilmente sin mirar. Con el sonido de tus zapatos al caminar por su zona se reconoce. El crrrrrsshhh crrrrrssshhhh de las pipas, la bolsita del bollicao y las latas por el suelo los hacen reconocible.

Una vez asentada la familia en la calle ya toca ver la procesión. En principio ellos dejan de alimentarse a partir de cierta hora. Primero están las palabras mayores, vienas de medio metro y camperos. Ya después, para echar el ratillo mientras ven pasar capirotes, mantienen un picoteo continuo de pipas, frutitos secos y unos filipinos que le gustan a la abuela. Hasta aquí el 85% del tiempo que permanenecen en las sillas. El 15% restante se reparte entre dos aspectos fundamentales, pelearse entre ellos y los demás, y criticar al que se ponga delante. Entre ellos suelen ser discusiones clásicas de familia: «Payazo que me degüerva er aifon!!!». O: «Se queréi pará quieto ya!!!».

Pero cuando verdaderamente se nota que son familias bien unidas es en el momento en el que luchan todos a una contra el enemigo. Tú. El que intentas pasar por allí. Ahí se ve cómo reaccionan de la manera más agresiva posible. Y pobre de aquel que tenga la mala fortuna de tener que detenerse durante 3 segundos en un mismo punto. «Mira neneeeee te quita o te quito???». «Que llevo aquí desde las tre caballeroooo». Es una forma de vida cofrade singular. Divertida para ellos. Complicada y curiosa para quien la vive desde fuera. Pero ojo, si quieres ir a verlos hazlo cualquier día menos el Jueves Santo. Ese día no pases. Huye. No te acerques. Puedes acabar colgado de una farola. Pasa la legión. Su legión. Y son legión.