Pues si es tan amable cuando le haga una pregunta, con tono de voz firme, diríjase al magnetofón. ¿A qué huele su barrio? Sencillo. Mi barrio huele a puchero. Pero no uno normal, sino de estos de caldo blanco y espeso que resucita. A puchero de penurias que dura tres días. ¿Hay algo que huela mejor que un puchero puesto en un hornillo? A yerbabuena saliendo de los mandiles de mis hijas. A flor de geranio blanco y malva en maceta de barandilla de corralón. No me diga usted que no huele bien mis calles. Mis casas. No lo dudo Señora. ¿Podría usted decirme su origen? Depende. Podría hablarle de campamentos militares o huertas de conventos, pero me gustaría decirle que he tenido varios nacimientos. Como volver a vivir, ¿sabe? Aunque nadie me lo haya dicho, creo que en el Pasaje Zambrana nací o mejor dicho volví a nacer.

Que bonito. Qué importante es saber de donde vienes. Luego es normal que se vaya cambiando como cambian las épocas, pero la impronta es la impronta. Hábleme de los inicios. Cómo ya le he dicho estoy custodiada por conventos. Es curioso. Sabía usted que poseo patrimonio histórico de España declarado en ruinas. No me diga que no soy malagueña. Sí, poseo esta dejadez tan nuestra. Muchas veces me entran ganas de aparecerme a mis hijos e hijas a ver si son capaces de luchar por lo nuestro, pero eso es harina de otro costal. Por cierto permítame un segundo que atienda a Pepita que viene de la compra en el mercado de Bailén y viene a contarme su día. Ahora seguimos.

¿Tiene usted un lugar preferido? No le negaré que la reja tan cerca de los míos me puede mucho, pero me quedo con una calle muy peculiar. Le explico. En esa calle se oyen tamboriles y caireles. Se pueden ver flores de cera que alumbran a la flor más morena. Se puede llorar de la forma más desgarrada con una mujer arrodillada, chiquita. Preciosa. En esa calle no llueven gotas de agua. Llueven pétalos de los jardines de mi Málaga. Y hay cuatro esquinas que rezuman alegría. Si viene temprano un día, le enseño un sitio donde comer unas buenas conchas finas de la bahía que no todo es sufrir. ¿Si pudiera elegir una fecha del año, con cual se quedaría? A ver. Yo estoy convencida que para muchos es una muy clara en el calendario, pero para mí es una de antaño. De carricoches y puestos. De veladillas y baile. De Corpus chiquito. De niñas de calle Churruca que montaban en las barquillas. Fíjese que lo paso mal pensando en lo que éramos y en lo que somos. Necesitamos un buen patrón que dirija el barco. Discúlpeme un segundo, ahí viene Manuel, tiene el nieto enfermo y me viene a contar como va la cosa.

Perdone que ahonde y sea más brusco, pero cómo ve el panorama. Bueno. Esos asuntos los lleva más mi hijo. Se desvive por cada uno y una que le cuenta sus devenires. Fíjese que unos de los momentos más importantes de nuestro día a día es cuando vamos al Civil a visitar a esa vecina pachucha o a ese parroquiano convaleciente. Aunque haya mucha gente en las habitaciones, nosotros lo que intentamos es reconfortarlos y darles ánimo como buenos vecinos del Corralón de la Aurora. Bueno, usted creerá que la cosa es de locos, pero no solo de trabajo y salud hablamos, incluso vienen chaveas vestidos de blanquiazul para pedirnos que echemos una mano a su equipo. Hay que reírse aunque aquí no dejamos tirado a nadie que conste. Para ir concluyendo, ¿qué le pide al futuro? Pues sinceramente, quiero que mis hijos e hijas sean felices y que la risa de niños inunde el barrio. No hay más. Encantado y gracias por su tiempo. Una última cosa, no me ha dicho su nombre. Pero querido periodista aún no lo ha adivinado. Yo tengo nombre de Málaga. De barrio valiente y currante. De mujer y de hija. De madre. Yo me llamo Trinidad, para lo que usted quiera mandar.

@malakahin