Algo se mueve en el Vaticano, ¿no?

Sí, que una institución inamovible, especialmente en el ámbito de la moral sexual, conceda aunque solo sea un pequeño paso, como es el caso del preservativo, significa que algo está cambiando en Roma. Hay dos novedades históricas, una es la del preservativo y otra, que es la primera vez que un Papa anuncia en vida que renunciaría si se encontrase mal.

Benedicto XVI es un Papa contradictorio al que resulta difícil etiquetar.

Es un Papa muy conservador, pero con gestos realistas. Ha diseñado el pasado reciente de la Iglesia en sus 25 años como mano derecha de Wojtyla; ve perfectamente el complicado presente y prepara a la Iglesia de cara el futuro. Estaba obligado por la edad a ser un Papa de transición y sin embargo quiere convertir su pontificado en una especie de interregno que deja a la Iglesia en la rampa de lanzamiento para el próximo Papa. .

¿Estas novedades parten de Ratzinger o de un entorno más amplio?

De Ratzinger. Nunca estuvo el gobierno de la Iglesia tan personificado. Es el gran Papa intelectual y encarna absolutamente todo el poder y la estrategia no sólo ideológica sino práxica. Nunca hasta ahora hubo un Papa con una Curia con menos poder. Se está rodeando de sus amigos teólogos.

¿Han perdido peso ahora con Ratzinger los nuevos movimientos conservadores frente a las congregaciones religiosas?

En este momento hay al menos un equilibrio. Juan Pablo II se echó con armas y bagajes en manos de toda esa galaxia ultraconservadora formada por Kikos, Opus Dei, o Legionarios de Cristo. Desde que llegó Ratzinger, el péndulo se fue equilibrando: de hecho, su número dos es un salesiano y en la Curia el Opus perdió la portavocía de la Santa Sede, Navarro Valls fue cambiado por un jesuita, Lombardi...

¿Está pasando algo similar en España?

No, eso no se está plasmando todavía en las curias nacionales. En España, por ejemplo, hay todavía mucho recelo a las congregaciones religiosas, Rouco está todavía en una luna de miel con Kikos, Opus y demás, y los religiosos en España se siguen quejando de la marginación.

Sin embargo, siempre se ha dicho que existe una gran sintonía entre Rouco y Ratzinger, por su pasado común en Alemania.

Hay mucho de leyenda en eso. Rouco y Ratzinger no coincidieron en Alemania. El único que puede presumir en España de haber coincidido con él, de ser íntimo amigo y de haber trabajado con él, es el teólogo Olegario González de Carregal. Él sí que está en sintonía de pensamiento con Ratzinger. Rouco es un cardenalazo y los cardenalazos por muchos cambios que haya siguen teniendo acceso directo al Papa.

¿Son estos cambios una reacción al bajo momento de la Iglesia, la institución peor valorada por los jóvenes con la clase política?

Lógicamente. La Iglesia católica se ha dado cuenta de que estamos en un mercado religioso, de que ya no tiene la hegemonía, tiene que competir con otras religiones que ofrecen un producto mejor embalado y más auténtico en algunas ocasiones. Para ello, tiene que detener la sangría actual, que no es el ateísmo sino la indiferencia religiosa. Es lo que ellos llaman la apostasía silenciosa. La gente ya no bautiza a los hijos, ya no se casan por la iglesia...

Respecto a esos cambios más profundos del siguiente pontificado que estaría allanando Benedicto XVI, ¿afrontarán los dos temas más delicados, como son la ordenación de las mujeres y el matrimonio de los sacerdotes?

Sin duda. El problema es que van a entrar forzados. No va a llegar porque crean que es lo justo, sino porque se van a ver obligados. La situación de la mujer en la Iglesia es una marginación insostenible que se da de patadas con la realidad.