Resucitó Cav después de varios intentos fallidos, cuando la crisis de confianza estaba ya haciendo mella en el joven ciclista de 25 años de la Isla de Man. Su equipo dominó con un ritmo infernal los últimos kilómetros y dejó a su líder en cabeza a falta de 200 metros de la línea, donde no falla el hombre más polémico del pelotón, pero también, en condiciones normales, el más rápido.

Cavendish celebró por todo lo alto un éxito especial, en un año con muchos contratiempos personales y familiares. Venció en el pulso de los velocistas al alemán Gerald Ciolek (Milram) y al noruego Edvald Boasson Hagen (Sky), con el español José Joaquín Rojas (Caisse D´Epargne) en una meritoria cuarta plaza. Todos ellos marcaron un tiempo de 4h.30.50, en una etapa que marcó una media de 41,5 kilómetros por hora.

Hubo mucha tensión acumulada en el cuerpo de Cavendish, quien se puso a llorar a lágrima viva en plena entrevista en directo con la televisión francesa. Así se manifestó en la hora de la gloria, esquiva durante toda la temporada. Este año ha tenido sensaciones muy fuertes: desde la ruptura con su novia al fallecimiento de su abuela, pasando por el encarcelamiento de un hermano, problemas físicos y enfrentamientos con su compañero de equipo André Greipel por aquello de llevar los mejores galones.

Con este pintoresca historia terminó una etapa de transición, muy calurosa, que empezó en Epernay con los rescoldos futbolísticos de la semifinal del Mundial, en la que España obligó a los alemanes a acostarse llorando casi tanto como a Cavendish. Luego el pelotón se entregó al guión estipulado de ahorrar fuerzas para el fin de semana con el comienzo de la montaña y seguir curando heridas pasadas.

Los favoritos pasaron un día sin sobresaltos, algunos recuperándose de las averías de días anteriores, como el español Alberto Contador, con dolores en los tendones de las piernas que le obligan a tomar antiinflamatorios y a aplicarse hielo. Nada de lo que el de Pinto no se pueda recuperar antes de mañana sábado.