Memoria en verde y morado

La roca de Iturribide

Román Carbajo fue jugador del Bilbao en la década de los 80.

Román Carbajo fue jugador del Bilbao en la década de los 80. / L. O.

Juanma Rodríguez

Juanma Rodríguez

En el baloncesto moderno existe un objetivo prioritario para la mayoría de directores deportivos a lahora de confeccionar una plantilla competitiva. Cada mercado estival se convierten en una lucha despiadada por encontrar jugadores polivalentes dotados de gran capacidad atlética. Más allá de cupos, pasaportes y limitaciones presupuestarias, los clubes se afanan en contratar piezas que doten de físico y ritmo sus quintetos. Esa realidad tan habitual en los últimos años comenzó con la aprobación de la famosa Ley Bosman y la consolidación de la figura del tercer extranjero a mediados de los 90.

Antes que todo esto sucediera, los responsables técnicos sufrían la presión de no fallar a la hora de incorporar una pareja solvente y eficaz de extranjeros. A esa dupla (la mayoría de las veces americanos y pívots) debía asumir la máxima responsabilidad en el apartado ofensivo y luego se buscaba rodearlos de un sólido grupo de veteranos nacionales para la rotación principal (máximo 7 u 8 jugadores) junto a algunas piezas jóvenes que completaban la plantilla sin mucho peso.

El protagonista de la columna de hoy es un ejemplo que rompía con esa tradicional tendencia. Román Carbajo Alonso representa a la perfección el ejemplo de «jugador hecho a sí mismo». Dio sus primeros pasos en el mundo de la canasta muy joven en su Bilbao natal incorporándose a las categorías inferiores de los Maristas en las canchas situadas en el frontón de Iturribide. Desde allí, cuando era júnior dio el salto a la primera plantilla del Caja Bilbao que competía entonces en 1ª División B.

Desde su temprana llegada al vestuario de ‘La Casilla’, Carbajo demostró ser un tipo provisto de un carácter fuerte que no se dejaba amedrentar con facilidad. Román era un joven diferente, un poco «gallito» (como buen bilbaíno) que le servía para no arrugarse en los entrenamientos cuando le tocaba defender a sus compañeros más veteranos ni tampoco en los partidos a la hora de defender a los pívots rivales. Sus buenas prestaciones acompañadas por su personalidad le permitieron hacerse respetar rápidamente dentro del equipo, como un elemento clave para sus entrenadores y siempre sumando en positivo.

Carbajo era un pívot de la vieja escuela. Fornido y corpulento, con sus 2,04 metros, Román asumía la función de bastión defensivo responsable de bregar y luchar a brazo partido con los americanos que se movían en las zonas cercanas a la canasta. Eficaz en las inmediaciones del aro y con gran habilidad para capturar una buena cantidad de rechaces del aro.

A base de trabajo y esfuerzo, las estadísticas de Carbajo fueron mejorando en sus prestaciones ofensivas (más de 12 puntos por partido) así como en la parcela reboteadora (casi 6 de media) siendo pieza esencial del quinteto bilbaíno con unos 33 minutos por partido. Gracias a su evolución, el Caja Bilbao pudo cambiar su estructura más clásica (con la pareja interior formada por Lockhart y Kopicki) fichando a Mark Simpson, fantástico anotador que posteriormente recaló en las filas del Real Madrid.

Román era el ancla defensiva del equipo vizcaíno, compitiendo de tú a tú con las torres rivales y no se andaba con «medias tintas» a la hora de repartir algún mandoble si se acercaban a sus dominios, más o menos como un «Pinone del Botxo». Todo intensidad y corazón en la pista, en un amistoso veraniego contra el Huesca llegó a las manos con Wallace Bryant, hercúleo pívot americano que había sido su compañero en Bilbao.

Internacional en categoría júnior y sub’22, llegó a enfundarse en tres ocasiones la camiseta de la selección nacional a las órdenes de Antonio Díaz Miguel, siendo el primer jugador formado en el frontón de Iturribide en lograr tal hito. Tal fue su crecimiento que durante el verano de 1991 estuvo muy cerca de recalar en las filas de Baskonia, máximo rival regional, que comenzaba a diseñar un proyecto más ambicioso.

Desgraciadamente, un par de importantes lesiones en la rodilla frenaron su progresión, obligándole a colgar las botas antes de lo que su calidad le hubiera permitido conseguir. Román ‘La Roca’ Carbajo representa un prototipo de jugador de otra época pero con un carácter que se identifica perfectamente con los actuales ‘Men in Black’ que compiten con descaro y energía en Miribilla.

La peque-columna (Simón R.J)

¿Sabías que Francis Alonso e Ignacio Rosa (jugadores del Bilbao) se formaron en las categorías inferiores del Unicaja y debutaron con el primer equipo en la ACB?