Los nuevos materiales son más sostenibles que el plástico fósil, pero no todos pueden reciclarse ni degradarse en el medio ambiente

Aunque los primeros plásticos que se comercializaron en el siglo XIX estaban basados en fuentes vegetales renovables, como el celuloide, pronto la industria descubrió el potencial de los combustibles fósiles, el petróleo y el gas natural. De ellos se pueden extraer las materias primas de los productos que hoy todos conocemos tanto por su funcionalidad como por su enorme impacto ambiental. Hoy, más del 95% del plástico que se fabrica sigue procediendo de fuentes fósiles, según la asociación europea de fabricantes, Plastics Europe, por lo que la amenaza de los microplásticos seguirá viva durante décadas.

Las alternativas materiales, que en esencia consisten en concentrar la producción en fuentes renovables para lograr productos más sostenibles, apenas superan el 1% del mercado global, como recoge European Bioplastics, la entidad que agrupa a las empresas del sector en el continente. Son los llamados bioplásticos, etiqueta que agrupa a los plásticos biobasados y a los compostables y biodegradables, cuyas características alivian la carga medioambiental que genera el plástico virgen. El sector espera importantes crecimientos de los nuevos materiales tras la aprobación de la directiva europea de plásticos de un solo uso (SUP) y la nueva ley española de residuos y suelos contaminados, que centran parte de sus medidas en el fomento de los nuevos bioplásticos.

Pero, ¿son biodegradables todos los bioplásticos? ¿Se pueden reciclar? ¿Es posible que el medio ambiente descomponga plásticos convencionales? Consciente de que la etiqueta "bioplástico" puede no significar nada por ser demasiado polisémica, la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) ha publicado un documento en el que trata de aclarar conceptos y reconoce la necesidad de crear un sistema de certificación y educación ambiental para que