Por lo visto, ellos funcionaban muy bien en la cama. Lo dice sin inmutarse, incluso con el tono de voz de la que cuenta menos de lo que sabe, Bibiana Fernández, del corrillo de Ana Rosa Quintana. Analizan estos días, echando más horas que un sindicalista holgazán, los matices, y son muchos, de la última serie sobre la madre de Paquirrín. Se refería la incisiva analista a la apasionante pareja que formaban Isabel Pantoja y el arrebatador exalcalde de Marbella Julián Muñoz. ¿Se imaginan la escena? Más, Cachuli mío, más, otro, que tú puedes, ay, ay, que me vuelves loca, canalla, gemiría la tonadillera con los faralaes por el suelo, pero cuidado, no me preñes. Impresionante. ¿Cuánto tiempo lleva el emporio Mediaset exprimiendo el limón de Mi gitana? No es lo que lleva sino lo que queda. La semana pasada se les fue dándole vueltas a Encarna Sánchez, aquel cardo borriquero que tendrá que estar retorciéndose en el más allá. Al juego de esta oca loca se prestó, «porque me lo ha pedido la cadena, la productora, y mi programa», Milagros Jiménez, más Mila que nunca, dando a entender que ya está, que asunto zanjado, que se acabó, que ya lo ha contado todo, que Encarna quiso una noche matarile, por aquí y por allí, unas pajillas sin lesbianismos ni ná, pero Mila, borracha y horrorizada, le hizo ver que a ella no le iban las tortillas, así que la dejó con un rencor y una cosa que te pasas, directamente Encarna. Mila sabe que cuando el ventilador de la mierda en Telecinco se pone en marcha, nadie sabe ni cómo ni cuándo parará. ¿Un mes, dos, un año? Todos los programas, como ya sabemos, consumen de esta última, pero vieja madre de todas las porquerías, y están encantados. Y la tonadillera, machacada. Por un millón de euros. No está mal. Y con el nene ocupado. Tú sí que vales.

Cospedal y su orquesta

Por lo visto, funcionaban muy bien en la cama, decía Bibiana. Por lo visto, lo grotesco es que las otras cadenas se apunten a esta actualidad inventada, y por lo visto, visto con la perplejidad correspondiente, es que La 1, gracias a ese olfato pedestre que a veces le sale a Mariló Montero, monte su corrillo de chismes dedicando un tiempo precioso, y carísimo, a una mamarrachada de primer nivel. Que la Pantoja pasa por momentos muy delicados. ¿No le gusta la serie, no se lo pasaba tan bien en la cama con el león de Marbella, tuvo que abortar, adelantándose a la monstruosa violencia estructural contra las preñadas, desvelada por el héroe del nasciturus Alberto Ruiz-Gallardón años más tarde, está inquieta por su inminente juicio? No. Su hija ha dicho que quiere ser artista, montar un grupo de música. Y a la mamá le disgusta. Sobre esa tronchante gilipollez debatieron las señoras en La mañana de La 1. Fue el mismo día, es decir, el lunes de esta semana, en que el magacín, a imagen y semejanza de los cuchitriles que cuentan en Telecinco con orquestillas para aderezar la mierda, estrenaba el programa conjunto musical para subrayar los cambios de sección. Bien, bien, orará con sus manos juntas y su dicción pausada de estricta manipuladora Dolores de Cospedal, que cogerá por la solapa al sindicalista holgazán mentado arriba y, sin que sirva de precedente, pondrá de ejemplo a la tele pública que, aunque manipula una barbaridad, crea puestos de trabajo, y no como otros, dice la otrora pancartera, que sólo se dedican a convocar huelgas.

Venga, la tele del PP

¿Dijo que el Partido Popular en la oposición ayudó al Gobierno, o me lo estoy inventando? Los cínicos que nos creen desmemoriados son así. Hoy hacen una cosa, y mañana le reprochan «a los otros», a «los demás», a «algunos», hacer la misma cosa y «convocar huelgas en vez de ayudar». Mentira, contestó Elena Valenciano en el montaje que de la noticia hicieron los informativos de La 1, evidente prueba de que en la pública no se da información sino que se hace ideología -Carlos Floriano-, y así será hasta que sus informativos, a gusto del PP, no informen con los criterios de independencia que se dan en sus televisiones autonómicas. Digo como decía Pilar Manjón, presidenta de la Asociación 11-M Afectados por el Terrorismo, a Gonzo en El Intermedio, «que nos dejen en paz, que si no les gusta la sentencia que dice que no fue ETA -la que causó hace 8 años la matanza de Atocha- que hagan una sentencia a su gusto -habla de quienes aún siguen emperrados en que los atentados se debieron a una conspiración planetaria, pero no islamista-, pero que no nos hagan tanto daño, que no me digan que me meta a mi hijo asesinado por el culo». Fue una cosa tremenda, unas declaraciones en carne viva, una sorpresa enterarse de ese daño gratuito. Bien, pues con todos los matices, igual. Que nos dejen en paz. Que no nos tomen por cretinos. O sí, y que hagan de la tele pública, cuanto antes, la tele que le gusta al PP.

Frente a la pantalla

Por lo visto, ellos funcionaban muy bien en la cama. ¿Quiénes? ¿Pedro José Ramírez, Federico Jiménez Losantos? Nooo. Los chulos que aspiraban a casarse con Luis Ángel, el de ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, que se han acostado a sus espaldas. Él no lo sabe. Trabajo impecable de guionistas. En la inminente final, la mítica frase de Maricarmen, su madre, «no me gustan los Mohamed», tendrá tonos dramáticos cuando, sin remedio, ha pasado a «Mohamed es el que me gustaría para mi hijo». Mohamed es Mohamed Chelaff, de origen marroquí y musulmán. ¿Qué haría con él el imán de Terrassa, Abdeslam Laarusi, si pudiera? Imagínense. Lo mismo que un jerarca católico. ¿Y qué tiene que ver todo esto con la presentadora sueca, que siguió impasible dando las noticias cuando sonó la alarma de incendios? Pues eso, lo que hacemos todos. Seguir frente a la pantalla cuando suena con estruendo el aviso de incendio por todas partes.