Excepcional intérprete de la viola da gamba, el instrumento que «más se parece a la voz humana», Savall es además director, pedagogo, investigador y creador de innumerables proyectos destinados a rescatar la música histórica.

Usted se inició en el campo de la música con el violonchelo...

Me inicié con la voz... Cuando solo tenía siete años. Después escogí el violonchelo, precisamente, por su capacidad para reproducir el canto.

Cuéntenos qué experiencia le hizo cambiar el violonchelo por la viola.

Comencé el violonchelo de manera autodidáctica y por casualidad. En una tienda de Barcelona encontré varias partituras, arreglos de viola de gamba para violonchelo y empecé a tocar estas músicas. Nueve años después de terminar mis estudios, tuve la suerte de realizar un curso en Santiago de Compostela y el maestro de cámara me preguntó por qué tocaba con el violonchelo música original de viola de gamba. Ya en Barcelona, la que más adelante sería mi mujer, Monserrat Figueras, me había escuchado tocar y me recomendó a un director. El me llamó y desde entonces toco este instrumento.

Hubo una pieza que cambió su vida y le hizo músico, ¿no es cierto?

Estudiaba en el conservatorio, pero aún no había decidido a qué instrumento iba a dedicarme. Un día llegué allí y estaban ensayando el Requiem de Mozart. Aquello me impresionó tanto que decidí decantarme por uno de los instrumentos que daban vida a aquella música tan maravillosa. Por entonces, me llamaban loco y yo no hice más que seguir con mi locura.

Sin embargo, ahora se le ve como un privilegiado que desarrolla junto a su familia un proyecto vital...

He tenido la suerte inmensa de haber podido elegir en los momentos claves de mi vida aquello a lo que me iba a dedicar. He seguido cada día fiel a esta vocación yo solo, después con Monserrat y más tarde con mis hijos.

Le han llamado arqueólogo de la música, ¿es complicado encontrar «vestigios musicales» por el mundo?

La definición de arqueólogo no es la más correcta. Me gusta más la de explorador de músicas. El arqueólogo se conforma con las ruinas y nosotros creamos nuevas músicas con las piedras que encontramos.

Creo que define la música como algo parecido a una medicina para el alma.

Es la mejor medicina para el alma, lo único que nos puede ayudar a afrontar el dolor. Es como el amor, que nos permite apartarnos del sufrimiento. Al menos para mí, es imposible vivir sin música. Muchísimas culturas y países, como Irlanda y la música celta, han recurrido a esta disciplina para superar sus problemas porque les permitía recuperar la paz y les ayudaba a vivir.

No me resisto a preguntarle por la reciente pérdida de su esposa. ¿La tiene presente en cada concierto que ofrece?

Absolutamente. En cada recital, le dedico unas palabras. Monserrat Figueras ha sido para mí un regalo, he tenido la suerte de compartir 45 años de proyectos y de ilusiones con ella. Pero la vida te da esto: Cuanta más alegría tienes, su ausencia es la que provoca una mayor tristeza en ti.