Cuando terminó su carrera, el director de su escuela dijo de él: «Hemos dado el título a un genio o a un loco. El tiempo lo dirá». Tras su muerte fue prácticamente olvidado y otro loco genial, Salvador Dalí, fue el primero en gritar para rehabilitar su obra y su memoria. Como todos los genios, que obviamente también tienen mucho de locos, llevó una vida extraña a los ojos de los que le acompañaron; hablaba poco, utilizaba su prodigiosa memoria pues no realizaba planos ni escribía, era vegetariano, soltero desde que la única mujer a la que quiso lo rechazara, místico, muy religioso y pobre, tanto que iba vestido como si fuera un mendigo. Por eso, aquel siete de junio de 1926 cuando lo atropelló un tranvía, nadie le prestó gran auxilio y no se le llevó a un hospital de inmediato. Por eso murió tres días después... Cuando le dieron el título comentó a su amigo el escultor Llorenç Matamala: «Llorenç, que dicen que ya soy arquitecto...». Pocos saben que viajó a Málaga y a Tánger para realizar un proyecto sobre unas Misiones Católicas Franciscanas que no se llevó a cabo, pero el proyecto sirvió para que diseñara las torres de su gran obra. Si estuviera vivo, hoy cumpliría ciento sesenta años el genial Antoni Gaudí, que un día estando en Málaga tuvo la idea de unas torres que adornan un templo maravilloso en Barcelona, que todo el mundo conoce como La Sagrada Familia...