¿En qué trabaja ahora?

La película que iba a hacer está en manos de mis abogados. Siempre quise decir esas frases tan cinematográficas, como cuando coges un taxi y exclamas: «¡Siga a ese coche!».

¿Y mientras los abogados y los jueces resuelven, qué prepara?

Un libro sobre ficción y realidad; sobre el cine y su maldito entorno.

¿Quiere a todas sus películas por igual o reniega de alguna?

A alguna no le tengo especial afecto, pero para hacer las películas que sientes más próximas tienes que pasar por las anteriores. Hay de todo: desde mi disidencia con la excesivamente clásica La Regenta, hasta Morbo, película que odié porque, aunque la idea era buena, con la obsesión de que no se entendía acabó siendo muy comercial, y eso entonces era sinónimo de mala. Ahora eso ha cambiado radicalmente: vales tanto como das en taquilla.

Pero Howard Hawks elogió Morbo...

Me llamó para felicitarme, pero no le gustaba cuando mataban a la vieja ciega a tiros, porque era influencia de Peckinpah, a quien odiaba pues decía que había degradado el western. Me pidió que cortara esa escena de violencia. Pero entonces sólo cortaba la censura. Hawks también me dijo: «Como sé que sus películas se van a ver en todo el mundo...». Como profeta no estuvo brillante.

También podría ser calificada como comercial El portero.

Es más relajada, pero me gusta. Es la más parecida a un John Ford, salvando las distancias. Entre mis preferidas también están El detective y la muerte, Don Juan en los infiernos y, por supuesto, Remando al viento, que ya tiene vida propia. Hay otras que ni odio ni dejo de odiar, como Beatriz, con Carmen Sevilla y Nadiuska.

¿Un olvido arrepentido?

No. No me atormenta, pero se me olvida que la he hecho.

¿Cuánto hace que no la ve?

Mucho, como la mayoría.

¿Por alguna razón?

En los festivales suelen estar en un estado tan deplorable que sufro. Prefiero pensar en el futuro.

¿Y por qué revisó Aoom?

Por exigencias comerciales desesperadas, que no dieron resultado. Como la película fue un fracaso clamoroso y no encontró distribuidor, pensé que cortándola y volviendo a montarla podría funcionar.

¿Cómo se siente más cómodo, rodando o escribiendo?

Escribiendo me siento más incómodo, porque es inevitable pelear en soledad con las palabras. Escribir es inquietante, no acabas de liberarte hasta que acabas el libro. Y aun así tampoco me siento liberado del todo. En cambio, con el cine resulta mucho más liberador. Rodar en exteriores me encanta.

Las salas cierran, los cines al aire libre ganan espectadores, ¿qué le pasa al cine?

La subida del IVA ha sido mortal, lo mismo que los recortes de Cultura. No entiendo de números, pero sé que el cine es caro; me gustaría que estuviera al alcance de todos los bolsillos, de todas las miradas. El cine se ha salido por su propio pie de las salas y veo muy difícil que vuelva a ellas. Estamos abocados a ver el cine en casa.

Abocados a la comodidad.

Sí. Quizá por eso ganan espectadores los autocines al aire libre, en los que estás en tu coche y puedes comer, fumar y hasta follar.

¿Hacia dónde va el cine?

Se va a acercar a la escritura, con una mayor libertad a la hora de rodar, gracias a las cámaras digitales. Vamos por un lado al cine casero y por otro al cine espectáculo. Yo ya he perdido aquel apetito voraz con el que esperaba la última película de Hitchcock.

¿Ve el cine más excitante que la literatura?

La literatura ofrece mayor libertad. Con un bolígrafo y un papel cualquiera puede ser Shakespeare, no hay más límite que el talento. En el cine están los que impone el dinero.

¿Limita eso al crear?

Ahora sí me lo pienso, porque llevo ya tres guiones que no se han llegado a hacer. Busco temas que puedan ser asequibles. El visto bueno lo da televisión. Una película que no cuenta con el respaldo de una tele es difícil levantarla.

¿Funcionaría ahora el cine de John Ford?

Desgraciadamente, ni el de Ford, ni el de Hitchcock, ni el de Bergman... Sus películas resultarían hoy ingenuas, inocentes y perversas, porque la facilidad con la que el bueno mataba al malo era tan aséptica y apetecible...