­Lo anticiparon en un reportaje publicado en La Opinión de Málaga el pasado mes de diciembre: los galeristas de arte malagueños no tenían el cuerpo para ARCO. Y ayer se confirmó: nuestra ciudad y provincia no tiene ningún expositor ni stand en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid, que inauguró la pasada jornada sus actividades. Por primera vez en casi 15 años, no hay galerías malagueñas en la feria de las ferias del arte.

Lejos, muy lejos quedan los tiempos en los que las instituciones y las grandes cajas de Málaga sentían la necesidad de promocionarse en ARCO: la Diputación Provincial alquilaba un espacio propio en Ifema -el recinto de exposiciones donde se desarrolla la feria artística-, al igual que Unicaja; el Ayuntamiento también se dejaba caer y siempre anunciaba, a bombo y platillo, las adquisiciones de piezas de arte que allí cerraba. Los recortes, por supuesto, han acabado con todo esto: por ejemplo, en el reparto de euros de la Obra Sociocultural de Unicaja prima ahora lo social sobre lo cultural, como explicaron en su momento, hace ya cuatro años, al argumentar su ausencia en la cita madrileña. También hay que reconocer que, en estos momentos, no resulta muy popular y rentable política y socialmente gastar dinero en adquirir piezas de arte contemporáneo -aunque algunos más que gasto lo consideraran una inversión-.

Y precisamente ahí está el problema: «La administración pública es el primer comprador en estas ferias, así que es normal que, sin previsión de ventas, las galerías dejen de acudir», explica el responsable de Gacma, Cecilio Rodríguez. Rodríguez y otros galeristas malagueños no son precisamente optimistas al hablar de un sector y un mercado, el suyo, que consideran que está «en parálisis permanente». Son palabras de Alfredo Viñas, uno de los últimos malagueños que acudía puntualmente, año tras año, a su cita en ARCO y que esta temporada ha decidido quedarse aquí. Asegura que la bajada del IVA cultural en la adquisición artística no les ha supuesto el deseado respiro; el problema es más de fondo, según Viñas: «Las perspectivas de la macroeconomía son buenas, pero en el mercado del arte estas perspectivas son mucho más perezosas. El sector del arte anda sumergido en una crisis que provocó la desaparición del consumo y una bajada muy notable del coleccionismo público y privado».

La ausencia malagueña llama especialmente la atención cuando hace unas semanas se anunciaron las candidaturas de la primera edición de los RAC -Reconocimientos del Arte Contemporáneo-, unos premios que quieren convertirse en los Goya del sector artístico. Ahí, varias designaciones en las categorías de Mejor Exposición -Hilma af Klimt. Pionera de la abstracción, en el Museo Picasso Málaga- y Mejor Comisario -Fernando Francés, director del Centro de Arte Contemporáneo de Málaga-, entre otras, parecían consolidar la idea de esa «ciudad de museos» de la que tanto se habla desde los pasillos públicos, políticos. El hecho de la supuesta pujanza malagueña en el ámbito artístico bien pueda deberse exclusivamente a la inyección de dinero público en importantes proyectos expositivos -como ese Pompidou local que está en marcha- y no a la existencia de una red real, en el ámbito también privado, de compra y venta de piezas contemporáneas.

Quizás, como asegura la galerista Isabel Hurley, «el mercado del arte siempre ha sido endeble y la crisis ha asestado un golpe fatal». Asegura que mientras no llegue la ansiada ley de mecenazgo -que incluya bonificaciones importantes en la compra de arte- la «parálisis permanente» de la que habla Viñas no terminará, será eterna.