­­La cuerda de Barricada se tensó tanto que a finales de 2011 se partió en dos. Por un lado, El Drogas aseguraba que lo habían echado. Por el otro, el resto de componentes sostenía que era él quien se había marchado. Fuera como fuese, la carrera de unos y de otros camina por sendas separadas desde entonces. Enrique Villarreal Armendariz, alias El Drogas, no tardó en editar Demasiado tonto en la corteza, un triple disco dividido en tres partes -Alzheimer, Matxinada y Glam- que esta noche presenta a su seguidores malagueños en la Sala Trinchera (22.00 horas). Promete tres horas de diversión a base de guitarras, distorsión y su ya mítica voz rota.

Su primer trabajo tras Barricada es un álbum triple. ¿Era material que ya tenía y que no cuadraba en la banda o son canciones que nacieron tras la ruptura?

No. No tiene nada que ver con Barricada. La historia del grupo se terminó con La tierra está sorda, un trabajo denso que curré casi en solitario y que marcó el punto final del concepto que yo entiendo como banda de rock. A partir de ahí la vida continúa y las primeras composiciones que me surgen fueron las que conforman Alzheimer, que viene dado por el diagnóstico a mi madre de esta enfermedad y lo que supone para mí como experiencia personal. A partir de ahí comienza esta nueva historia que no tiene nada que ver con Barricada.

Lo que está claro es que se le va la vida en las canciones. Que no puede separar la composición de lo que le rodea.

No puedo separarlo. Incluso cuando me apropio de historias que han sido vividas por otras personas y te las cuentan. El hecho de apropiarme de otras historias forma parte del bagaje de uno. Ocurrió con La tierra está sorda, por ejemplo. Yo no viví la Guerra Civil y todo lo que sucedió en aquellos años, pero comencé a leer y a escuchar historias para hacer un trabajo que se acercara a la realidad.

¿Cree que la sociedad española ha aprendido la lección de la Guerra Civil?

Bueno, yo creo que estamos retrocediendo. Este país nada en un océano de estupidez bastante preocupante en muchos aspectos. Y uno de ellos es el de la memoria histórica. O más bien la desmemoria; el alzheimer nacional sobre lo que supuso la Segunda República y el golpe de estado que trajo consigo la Guerra Civil y los cuarenta años de dictadura. Mientras que en este país haya tantos huesos de personas en las cunetas no habrá manera de llegar a ningún sitio.

Hacia ningún sitio también parece que camina el rock. En sus comienzos, en los años ochenta, la música era una seña de identidad de la juventud. ¿Por qué ya no lo es? ¿Qué ha ocurrido?

En aquellos años, ir a los conciertos a ver grupos era algo prioritario. Ahora hay subidas y bajadas en todos los aspectos de la vida. Por mi parte, creo que hay que seguir ahí y que hay muchas cosas por decir. A mí no me preocupa tanto si el rock no es hoy tan masivo como en los ochenta. Simplemente hay que adaptarse a los tiempos que corren y yo seguiré expresándome igual: con guitarras, distorsión y voces rotas.

Y metiendo el dedo en las narices de los corruptos...

Eso también es importante: contar lo que está sucediendo y abrir los ojos para no dejar pasar ni una. Vivimos en un país donde la corrupción ocupa un sitio preponderante entre la clase política. Da igual que la mayoría de políticos no sean corruptos porque el que lo es lo es mucho. El país no se puede sujetar en la columna de un sistema político carcomido.

¿El rock tiene la obligación de ser así, reivindicativo, crítico y patear los culos del poder?

Por lo que puedo apreciar, el rock está muy acomodado. Pero no el rock como una entelequia, sino la gente que nos dedicamos a esto y que cometemos el error de ir acomodándonos, dejar que el sofá tome la forma de nuestro culo y dejar de ser culos inquietos, que es lo que tenemos que ser. Yo entiendo en rock and roll como una forma de transgresión. Nos estamos acomodando en exceso.

¿La ruptura con Barricada ha sido lo mejor o lo peor que le ha ocurrido?

Pues ni lo mejor ni lo peor. Aunque siempre digo que nunca hubiese imaginado estar agradecido a una patada. Pero así es.