­La Academia de las Artes Escénicas de España tiene como objetivo aglutinar a las distintas profesiones de este sector para «hacer presente en la sociedad» su actividad, según su vicepresidente, el arquitecto y escenógrafo Juan Ruesga. Esta institución fue creada hace un año al no existir previamente ninguna entidad de estas características en España ni en ningún otro país de habla hispana, señaló Ruesga en Málaga dentro de la ronda de presentación de la Academia en distintas ciudades españolas.

El arquitecto señaló que, hasta ahora, se había desarrollado «un mundo gremial de asociaciones de ámbito profesional, como las de iluminadores o directores, pero eran parciales y cada una atacaba sus puntos de vista y sus problemas específicos». Por el contrario, la Academia, presidida por el dramaturgo José Luis Alonso de Santos, quiere abarcar «todas las profesiones y todo el territorio de España, y comunicar al público en general cuáles son las razones de ser y las razones de existir de las artes escénicas».

Después de haberse constituido con unos 150 académicos, esta institución supera ya los trescientos y en este periodo ha concedido su primera Medalla de Honor a Andrea D´Odorico y ha celebrado un congreso en Urueña (Valladolid).

Por su parte, el barítono Carlos Álvarez, miembro de la Academia, ha resaltado la «actitud ecléctica» de ésta al haber sido «capaz de convocar a profesionales de distintos sectores». «Las artes escénicas son un ejemplo de asociación para realizar un trabajo colectivo, aunque desde el Ministerio de Hacienda seremos considerados con seguridad como meros epígrafes de actividad económica o incluso como una unión temporal de empresas (UTE)», añadió Álvarez. Para el director teatral Rafael Torán, la Academia «puede ser un interlocutor válido, imprescindible y necesario para poder hablar directamente con la administración» y que el sector «no esté sometido a las tropelías que está padeciendo y que están estropeando la dinámica de la profesión».

Por último, el compositor Antonio Meliveo aseguró que actualmente se siente como en sus principios en los años 70, debido al «retroceso brutal» que se ha producido en los últimos cinco años: «Nos quieren callar la boca y que no contemos nuestras historias».