Pablo Alborán se doctoró hace ya años a la caza de la canción sin fisuras. Joven pero maestro, dentro de la larga lista de magnos escenarios por los que ha transitado faltaba, no obstante, el espacio por el durante medio siglo desfilaron la mayoría de los grandes intérpretes del planeta. Anoche, en la sala del Ballet de la Cueva de Nerja, saldó esa deuda emocional.

El malagueño no tardó en embrujarse con la magia del subsuelo, tal y como en su día lo hicieran leyendas de la música y la danza, hasta caldear con su Terral el último de los habitáculos milenarios de la cavidad. Enfrente tenía a un auditorio absolutamente entregado: 500 privilegiados que en un tiempo récord habían agotado en su día las entradas puestas a la venta a través de internet.

A diferencia del concierto que ofreció hace unos días en Valencia, esta vez nadie se tuvo que pasar tres semanas en cola para poder estar cerca de él. Anoche nadie se sintió lejos. Fue la versión más íntima de un Alborán que canta Está permitido y es capaz de sorprender incluso a esos murciélagos que, durante estas noches de julio, sólo se dejan ver en contadas ocasiones. Hizo terral, sí. Pero no afuera, sino en las entrañas de la gruta.

Punto y seguido

El Festival Cueva de Nerja dio por finalizadas sus veladas en el interior de la cavidad, pero no ha terminado. De hecho, la plaza de España situada en pleno corazón de la localidad nerjeña está ya lista para los conciertos de acceso gratuito de David Bustamante ( 11 de julio), José Mercé (23 de julio), Carlos Baute (8 de agosto) y Argentina (15 de agosto).