"¿Sabes por qué estoy tan guapa? Porque el brillo de los ojos no se opera". Sentenciaba la jerezana universal -ahora más universal si cabe con un doodle que le dedican los de Google- y qué razón tenías, Lola Flores: cuando se está feliz y haciendo lo que uno realmente le gusta, no tiene frenos y se nota en la cara y lo nota todo el que se arrima. Veinte años ya que no estás con nosotros... Cuando me hablan de rock lo primero que se me viene a la cabeza es Lola, vidas de rompe y rasga, así las veinticuatro horas de todos y cada uno de sus días. En estos tiempos que corren donde cualquiera disfrazado de Keith Richards te viene repitiendo como un papagayo los axiomas rockeros, me quedo con lo que me dice mi Faraona particular: «Recuerda que en el escenario a la personalidad y a los cojones no les gana nadie». Pues en ello estamos, bendita Lola. Aunque parezca una broma, escribiendo «Lola», se ha pegado un meneo la silla y el escritorio que me he quedado blanco hueso. Qué oportuno el miniterremoto... Por cierto, vaya racha que llevamos de fallecidos del rock, la sensación de que tu pasado se va difuminando y el paso inexorable del tiempo que avanza con la firmeza del batería de AC/DC... Mejor ni pensarlo.

Los vivos seguimos buscando el bollo como podemos. Las cosas van cambiando, como cuando ves a tu sobrino después de mucho tiempo y ves que está casi igual de alto que tú; lentamente pero cambian y para mucho mejor. Sin darme cuenta de estar dando volteretas de Málaga a Madrid para seguir grabando el disco, ahora me veo haciendo malabares para cerrar fecha para su presentación, ultimando la portada y visionando mil historias para empezar con el vídeo musical. De estar haciendo encajes de bolillos para estar junto a tu pareja, a estar subiendo una lavadora a tu nuevo piso. Concierto a concierto, ves a tus amigos crecer, risas, tabacos y brindis por el trabajo bien hecho. A los viejos, cada vez más viejos, pero con las mismas ganas de ayudarte intactas. El amor que parecía que no podría ser más grande, se las ingenias para seguir creciendo y hacerte más cómplice y más feliz. Todo se va encajando poco a poco a base de mucho trabajo y mucha fe en lo que se hace; no hay atajos ni trucos ni recetas, porque como dice un gran amigo: «quién te va a vender mejor que tu zocato». Teniendo en cuenta el final que tiene todo, las cosas de risa hay que tomárselas muy en serio. «A lo mejor pido que en la caja me la metan... la bata de cola».

Que pensará el comisionado para la Marca España, cuando se levante, encienda su ordenador y contemple el doodle de Lola, él que le restaba méritos diciendo eso: «Después de 20 años de su muerte, no creemos que Lola Flores tenga peso en la imagen de la Marca España. La imagen de un país es algo dinámico y, salvo figuras universales como Miguel de Cervantes o Pablo Ruiz Picasso, las personas fallecidas hace muchos años han dejado de asociarse a la España de hoy, como en este caso». ¡Ay! Carlos Espinosa De Los Monteros, hoy la Marca España es la que dejan las esposas de los imputados cuando entran al juzgado, o los artistas perseguidos con el IVA en el pescuezo, teatros cerrados y bares sin música. Ya no saldrá una Lola Flores y aunque saliera, de seguro que no tendría visualización entre tanto Gran Hermano y tertuliano repeinado. Qué diría Lola cuando le dijeran eso de que el concierto no se cobra, pero te dará promoción, aunque la sala hay que pagarla, no empiezas a cobrar hasta que no entren treinta por la puerta o no des taconazos que no tenemos licencia, ven en acústico como los cantautónomos. Cualquier tiempo pasado... ¿Fue peor? «Si me queréis, irse».