El autor cordobés afincado en Málaga orbita en este libro sobre un crítico de arte que se convierte en artista porque le resulta bastante más rentable. Una ficción que pone en solfa realidades de la creación contemporánea.

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Asegura que Cabeza de vaca es «lo menos malo» que ha hecho en narrativa. ¿Por qué?

Si hay algo que alabar o ponderar prefiero que lo hagan los lectores. Decir «lo mejor que he hecho» sería declarar que es bueno, y sonaría pretencioso.

La novela denuncia prácticas del establishment del arte contemporáneo y, en sus palabras, «la cultura del pelotazo». ¿A qué se refiere?

Mejor esperamos a la novela para los detalles. Mi afición al arte contemporáneo y mi conocimiento del medio cultural me ha dado cierta perspectiva sobre prácticas y dinámicas -como suele decirse en el mundillo del arte- que resultan muy divertidas de contar. Cuando no te afectan, claro, imagino que a los afectados no les resultan tan simpáticas.

Usted mismo es crítico literario, espectador del panorama. ¿Se dan también en la literatura esas prácticas que aquí circunscribe a lo puramente artístico?

No en la misma medida, porque no tienen la misma dimensión. Cabeza de Vaca recuerda en cierto momento de la novela que en la crítica literaria se puede ganar prestigio, para añadir a continuación: «En la crítica de arte, si eres un poco listo, puedes encontrar dinero. ¿Quién quiere prestigio, pudiendo tener dinero?».

¿Fred Cabeza de Vaca representa todo aquello de lo que necesita alejarse o todos somos un poco, de alguna manera, un Fred Cabeza de Vaca?

Es una cuestión algo complicada, que creo que se resuelve con la lectura de la novela. Prefiero recordar lo que Paul Valéry decía en sus Cahiers: «El Sr. Teste es mi hombre del saco: cuando me porto mal pienso en él». Pues Fred Cabeza de Vaca es mi Teste, o mi hombre del saco, en similar sentido.

El jurado destaca «la gran carta teórica» de la novela. ¿Es posible una narrativa con peso y poso, pero asequible para el lector más o menos casual?

Ningún lector rechaza la teoría, hace poco veía un partido de fútbol en un bar y escuchaba alucinado el dominio de la teoría futbolística que mostraban los demás presentes: que si doble pivote, que si catenaccio… no tenía ni idea de qué hablaban, y eso que me gusta el fútbol. ¡La gente ama la teoría! En este caso, los autores citados no afectan a la comprensión de la novela, he hecho la prueba con personas próximas que no son lectores de filosofía y estética.

Alguna vez le han acusado de «nocillero». ¿Cabeza de vaca lo confirma o lo desmiente?

Cabeza de Vaca diría que todo eso son chorradas, y que lo que importa es si la novela funciona o no. Es lo único que él diría con lo que puedo estar de acuerdo.

Da la sensación de que se siente usted más poeta consumado que narrador hecho. ¿Es así?

No lo veo así, lo que quizá ocurra es que ha pasado cierto tiempo desde mi última novela, bastante para lo que el mercado declara como razonable, pero yo hacía mi camino a mi ritmo. Quizá como mis últimos libros tienen que ver con poesía [este año ha publicado el poemario Serie, la antología La cuarta personal del plural y el ensayo El sujeto boscoso] daba esa impresión, pero mientras aparecían yo trabajaba sobre esta obra.

Como crítico, escribe mucho sobre lo que escriben los demás. ¿Le da miedo los palos que le puedan caer por Cabeza de vaca, habida cuenta de que usted tampoco se corta a la hora de reseñar el trabajo de los otros?

Creo que los escritores españoles somos mayorcitos para saber que publicar significa hacer público, y que tal acción, a la que nadie te obliga, implica someterse al juicio crítico ajeno. Ya sea favorable o desfavorable su juicio, sólo les pido a los críticos la misma honestidad y sinceridad con la que yo redacto mis reseñas, tanto las favorables como las desfavorables.