Ya está aquí la primavera, en El Corte Inglés con o sin brexit, incluso para la gente que vive en un eterno invierno. Aquí en casa suena Tía Encarna. Amador alcanzando el techo sonoro con una bulería desgarradora y me viene a la cabeza eso que decía El Beni de Cádiz: con una buena voz se puede imitar a Frank Sinatra, pero por muy buena voz que tengas Sinatra, jamás podrá cantarse un fandango de Paco Toronjo. Ésa es la grandeza exclusiva de la gitanería que tanto quiero. Aunque creo que más difícil que todo eso es que te paguen más cuando se llena uno de tus bolos: quién tuviera el poderío de Chuck Berry cuando cogía de la pechera al promotor y lo encerraba con él en el camerino, dejándolo en libertad cuando le apoquinaba mil dólares más al ver que le habían tangao con el aforo. Bendito sea.

El dinero es la constante al prender la televisión: la monocromía en el coloreado del mismo, en blanco cuando lo limpian, en negro cuando lo afanan, público o privado, pagando pisos francos, coñac Magno y cargamento de señoras, eméritos del folletín, concejales que se rascan los huevos como los ciegos que vendían cupones en la otra Sevilla de Rafael Amador, pero sin gracia, Capullo de Jerez decía en sus textos: «El dinero quita el sueño, también quita las penas, y yo tengo mi alegría, ¿ tú sabes lo que es el dinero? El demonio, vida mía».

El otro día creo que resolví una de mis dudas existenciales: cada vez que paso por una iglesia a la hora de la misa y las veo más vacías que una letra de Melendi, ¿la conclusión? Que la ven por la tele, visto el revuelo de la discordia televisada de estos días. Cuando leo eso de ultra católicos, me los imagino haciendo el doble del bien, el doble de pozos en África, o ayudando al prójimo el doble de las posibilidades del resto que no son ultras, pero, bueno, los niños tienen pene, las niñas vulva y algunos de los adultos tienen el trasero en la cabeza.

Yo, que soy mucho de pensar entre concierto y concierto, se me viene a la cabeza qué pensará el señor Rouco mientras toma el sol en su ático de las Vistillas sobre las infidelidades constantes del que fue cabeza de Estado. También se me vienen a la cabeza las maestras de religión divorciadas que no pueden ejercer por ese motivo... Parece que la justicia, tanto la divina como la terrenal tienen una varita de medir distinta para sus enjuciados.

Anoche tuve la suerte de encontrarme con una película de esas que te dejan hecho polvo, Langosta. Ambientada en un mundo distópico, en el que según las reglas establecidas, los solteros son arrestados y enviados a un lugar donde tienen que encontrar pareja en un plazo de cuarenta y cinco días, porque sino los transforman en el animal que elijan, el filme mezcla el humor negro, la desesperanza y el horror del lado más siniestro del humano de a pie. Después de la película al cambiar el euroconector con el AV salía First Dates, el programa de encontrar pareja. Y creo que me resultó más inquietante que la película; incluso al ver los platos de comida apostaría mi mano a que la langosta que salía rodeada de salsa podría ser cualquiera de los concursantes herrados en sus antojos de emparejamiento.

La primavera la sangre altera y pasa fugas como esa bala que desvena de un portazo al corazón, como la flor que surge del cemento en las aceras, la aguja en un pajar ardiendo en llamas, pasa fugaz como el loco huye del fuego que ha prendido, como quedarte en blanco delante del público, unos segundos que recordarás toda una vida, así año tras año, no por el calendario, sino por el concepto, cada año que pasa cuesta más disfrutar la primavera, se parece la sensación a un otoño con días soleados intermitentes, que albergan la esperanza que se mantengan en el tiempo, los años no pasan, pasan los hombres, lo sueños y las obras, esas que también pasaran cuando la posteridad se haga pedazos con un meteorito, una central nuclear que tenga perlillas en sus bujías o un señor de flequillo imposible le de por apretar un botón rojo como un tomate maduro. El anhelo del segundón, es que tampoco se acuerden del primero algún día, de lo nuestro no hace tiempo, hace daño y ninguna primavera podrá hacer crecer las flores en las criaturas que viven en un largo y duro invierno interior, toco tu guitarra como si fuera una campana. Go, Johnny, go, go, go.