Los maestros -Mozart y Schumann- ocupaban los atriles de los profesores de la Filarmónica de Málaga este viernes. La expectación era máxima si consideramos la visita del ganador de la última edición del «Paloma O´Shea», el sevillano Juan Pérez Floristán. Con el Cervantes hasta arriba, pudimos disfrutar de una de las actuaciones más maduras de nuestro conjunto. Equilibrio entre claridad y contraste por parte de la batuta; serenidad y expresión de la mano del solista; y finalmente, empaste y sonido oscilante lleno de matices en el conjunto sinfónico. Esto ocurriría el viernes, el jueves la nota nuevamente fue la soledad de la sala aun contando con un programa clásico y romántico para este penúltimo abono de la temporada. Páginas distanciadas por apenas sesenta años que las hacen muy interesantes para los habituales juegos sonoros que nos ha planteado la temporada.

A lo largo de las distintas propuestas ofrecidas por el titular de la OFM hemos visto aparecer en el escenario una completa selección de solistas que han colaborado intensamente en la idea retrospectiva y diversidad del repertorio defendida por Manuel Hernández Silva. Tan sólo nos resta la visita de la soprano española María José Montiel para la decisiva colaboración en la Tercera Sinfonía de Mahler. Pero en este abono catorce, Juan Pérez Floristán brillaría con luz propia y de qué manera, tan segura y convincente.

El Concierto nº21 de Mozart (que comparte tonalidad con la sinfonía schumaniana) es uno de los ejemplos más claros del concierto moderno que dibuja ese tono de aparente justedad entre conjunto y solista, y sin embargo reserva al piano de una mayor libertad expresiva a pesar de los numerosos diálogos que se suceden en los tres movimientos que lo estructuran. Este es el punto de partida, pero lo especial, lo distinto fue la lectura de Pérez Floristán y la OFM. En las manos del pianista andaluz haces de luz se combinaban en un juego de sinestesias a todo lo largo del concierto. Interpretación madura, muy contrastada y personal la ofrecida por Floristán descubriendo la estrecha relación lírica de la página a caballo entre el lied y el aria, como muestra el andante o el tono desenfadado no falto de virtuosismo con el que convenció el piano del artista sevillano.

Hernández Silva volvió la mirada hacia Schumann nuevamente. Se siente seguro especialmente en el modo como la batuta encadena los motivos atesorados por Schumann. La Segunda Sinfonía, simplemente fue una muestra de trabajo maduro, ejemplo de profesionalidad, especialmente en la capacidad técnica y sensibilidad artística. Si este es el nivel alcanzando en la temporada piensen en los encuentros que nos tiene reservada la OFM para la próxima.