Factoría Echegaray ha estrenado Souvenir del autor Pablo Díaz Morilla y con Fran Perea en su primer trabajo como director de escena. Se trata de la historia real de Solomon Shereshevski un periodista ruso que padecía una enfermedad de las llamadas raras (de esas que hoy las farmacéuticas no quieren investigar porque no resultan rentables), o tal vez en realidad fuese un don, o tal vez una maldición. El señor Shereshevski podía recordar con el mínimo detalle cualquier episodio vivido, aunque hubiese transcurrido el mayor de los tiempos. El problema es que esta pormenorización de la memoria resultaba un muro en sus relaciones sociales. Y no era divertido como pudiera parecer. Simplemente el exceso de información le incapacitaba para tomar decisiones y mantener un contacto normal con los demás. Un fenómeno de feria. Sí, así terminó. Sin embargo, sirvió para que la neurociencia cognitiva diese sus primeros pasos con el científico que lo trató durante años. Una eminencia de su tiempo -principios del siglo XX- que lo trató e intentó curarlo a base de hacerle olvidar, borrar los recuerdos. Pero Solomon nunca olvidó nada, hizo creer a todos que sí, puede que para poder insertarse en una sociedad que lo rechazaba, que lo convertía en una anomalía que asustaba. Se vive mejor si se olvidan algunas cosas y no sólo porque nos evitamos la carga del rencor, sino porque dejan de existir. ¿Es preferible olvidar que sufrir? Para algunos es más cómodo, para otros es mejor que sean los otros los que nunca recuerden. Sin embargo, esto sólo son disquisiciones, divagaciones a las que conduce una historia muy bien planteada por Pablo Díaz Morilla, -el autor- que, sin tratar de entrar en ellas en la dramaturgia, logra que la historia nos conduzca a reflexionar después de entretenernos con una narración donde destacan la buena concepción de los personajes y diálogos. Algo que ha sabido aprovechar muy bien Fran Perea dando importancia al texto y administrando la agilidad de las escenas con un modo visual muy efectivo que alterna los ritmos pausados en los momentos de diálogo intenso con otros estresantes en acciones meramente informativas. Muy bien rodeado además de un equipo técnico de iluminación, vestuario y escenografía que logran un trabajo compacto y armonioso. Y un elenco sobresaliente. Esther Lara, Ángel Velasco, Steven Lance logran esa credibilidad y emotividad necesarias que hacen que el relato atraiga no sólo por lo que cuenta sino por los matices de cómo se interpreta.