En 1968 se instaló La Niña de Benalmádena en la Plaza de España. La escultura de Jaime Pimentel se convirtió en poco tiempo en seña de identidad de la convivencia multicultural y el progreso de la localidad. Dentro del programa de actos conmemorativos del quincuagésimo aniversario de esta obra, una de las más representativas del municipio, convertida en todo un símbolo de Benalmádena, el Centro de Exposiciones acoge una muestra antológica sobre la trayectoria profesional del escultor malagueño. Una muestra que estará abierta hasta el próximo 10 de junio y que está formada por un total de 70 piezas.

Pimentel, que ayer inauguró esta exposición, declaró sentirse «profundamente agradecido» a Benalmádena por el homenaje a su obra que supone tanto la muestra como el amplio calendario de eventos con los que se festejará el medio siglo de vida de su escultura. El artista confesó que nunca «ha dejado de trabajar con la fuerza e ilusión» de sus inicios. Una trayectoria de más de 60 años llena de obras emblemáticas. El malagueño explicó su muy intuitivo y misterioso método de trabajo: «Las ideas llegan a mi mente desde un lugar desconocido, y algunas alcanzan tanto arraigo que me obligan a llevarlas a su realización. Me enfrasco entonces en el trabajo de manera tan directa que ni preciso bocetos previos: trabajo sobre la materia hasta que las concluyo, y cuando las finalizó ya pierdo el interés en ella».

El escultor reconoció que obtiene su inspiración de las cosas más insólitas; y que, una vez terminadas, sus obras «pasan a ser de la gente». «He tenido la suerte que mis esculturas lleguen muy rápido y despierten la sensibilidad del público», matizó el artista, que comparó su afán artístico con los ikebanas de Japón: «La síntesis de la belleza es lo que persigo con mi obra escultórica», dijo.