Los líderes europeos inician hoy una cumbre de dos días centrada en fomentar el crecimiento y el empleo y avanzar hacia una nueva arquitectura basada en una unión bancaria, fiscal y política, en la que España solicitará medidas para calmar la presión de los mercados que dificulta su financiación.

El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, advirtió esta misma tarde de que el Consejo Europeo de jueves y viernes no se traducirá en una mejora inmediata en los mercados, y afirmó que la solución de los problemas del euro "llevará tiempo".

El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, adelantó en la sesión de control al Gobierno del pleno del Congreso que este jueves pedirá a la UE medidas para estabilizar los mercados, porque el país no puede financiarse "durante mucho tiempo" a los precios a que lo está haciendo.

La rentabilidad de la deuda española se situó al cierre de los mercados en el 6,93 %, a pesar de que los ministros de Economía y Finanzas de la zona del euro (Eurogrupo) reafirmasen su disposición a apoyar al sector bancario español con hasta 100.000 millones de euros.

El comisario europeo de Economía, Olli Rehn, aseguró por su parte que la UE trabaja en medidas que permitan estabilizar los mercados a corto plazo, en especial para aquellos países que como España o Italia soportan más presión, pero rehusó dar detalles.

"Aún hay 48 horas de aquí al viernes", tranquilizaron hoy fuentes comunitarias en referencia a las medidas inmediatas que podría adoptar la UE y aseguraron que los Veintisiete son plenamente conscientes de la urgencia de la situación.

Los líderes europeos se ocuparán también de las medidas para atajar la crisis a medio y largo plazo, pero el estado incipiente en el que se encuentran las negociaciones y la marcada división entre París y Berlín hacen dudar de que vayan a conseguirse resultados concretos.

En las capitales europeas se empieza a hablar, de hecho, de una posible cumbre extraordinaria de jefes de Estado y de Gobierno en julio para acercar posiciones.

En la agenda del encuentro figura, sin embargo, la aprobación de un "plan para el crecimiento y el empleo" basado en avanzar en el mercado único, digital y energético y en un plan de financiación, probablemente dotado de 130.000 millones de euros, como han propuesto España, Francia, Alemania e Italia.

Este plan incluye también medidas que proporcionen resultados rápidos, como incrementar el capital del Banco Europeo de Inversiones, lanzar el proyecto piloto de los bonos para infraestructuras y reubicar fondos estructurales.

En este plano no se prevén grandes diferencias, pero el debate más intenso se producirá cuando los líderes hablen de su visión para lograr a lo largo de la próxima década una verdadera Unión Económica y Monetaria.

Los líderes intentarán avanzar hacia la unión bancaria, fiscal y política en la que habrá más solidaridad a cambio de menos soberanía, un supervisor bancario europeo, un Tesoro del euro, eurobonos, vetos a presupuestos y límites a la emisión de deuda.

Estas ideas forman parte de un informe que presentará en la cumbre el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, y sobre el que se basará la discusión de los líderes europeos, con vistas a detallar en diciembre medidas concretas.

La canciller alemana, Angela Merkel, mantiene su rechazo frontal a la mutualización de deuda o emisión de eurobonos, y hoy llegó a decir ante el pleno del Bundestag que teme que los líderes hablen "demasiado de todo tipo de ideas sobre garantías comunes y demasiado poco sobre la mejora de los controles y medidas estructurales".

"Francia dice que es un informe (el de Van Rompuy) demasiado alemán y Alemania lo considera demasiado francés. La verdad está en algún lugar intermedio", sostuvo hoy una fuente diplomática, que aseguró que el balance entre disciplina y solidaridad es adecuado y que el mejor calificativo para la propuesta sería "conmensurada".