El complejo edípico en nuestra cultura occidental, sobre todo en la hispanoamericana, que vive bajo el paraguas del cristianismo, es un tema bastante tabú y la madre siempre resulta una figura idealizada. ¿No tuvo miedo a cerrarse puertas?

Trato de no tener cadenas a la hora de escribir, siento que el cine es una pasión liberadora. Me ayuda de alguna manera exorcizar temas del pasado o del presente. Realmente me apasiona el hecho de hacer un cine incómodo, que moralmente no sea correcto. Seguramente la película se habrá cerrado algunas puertas por su tema moralmente incorrecto, pero siento que los humanos pasamos por alguna de estas situaciones de alguna u otra manera. Yo no estoy haciendo un cine para que la gente se sienta en un parque de atracciones, es más para intentar generar alguna reflexión.

¿Cómo y cuándo surgió el germen del filme?

La idea surge cuando estaba en el séptimo semestre de la universidad, y por circunstancias afortunadas no pude rodar en ese momento. Comencé a escribir este guión en 2013 en Málaga junto con Samuel Pinazo, guionista español, y finalmente lo armamos en dos meses y estaba listo, así que rodamos en octubre de 2013. Yo tuve en mi infancia una relación bastante edípica con mi madre y quería de alguna manera retratar de alguna manera las carencias afectivas de mi entorno, paternas y maternas, encontrando una reconciliación con el pasado de mi historia en las calles de Bogotá.

Los hermanos Billy y Santiago Heins realizan un trabajo admirable componiendo al protagonista, Martín. Todo el mundo dice que es difícil trabajar con niños...

La verdad es que no fue un proceso difícil; para la mayoría de personas resulta complejo con niños, pero como normalmente trabajo sin camisas de fuerza, digamos, me gusta dejar que fluyan las cosas, tener un proceso de observación frente a los personajes... Mi trabajo con ello fue un acto de provocación, fue un juego constante donde ellos propusieron un camino que yo simplemente lo seguí, me dejé llevar intentando que fuera lo más natural posible. Intenté encontrar en ellos el personaje que estaba en el guión, no al contrario, encontrar el personaje en ellos. Cuando hice el casting con ellos, lo que más me gustó fue que eran seres humanos reservados, personas silenciosas, y me resultaba atractivo porque era la intimidad que quería retratar.

En Las tetas de mi madre también están presentes las drogas, las infancias interrumpidas, la soledad y el trabajo infantil, en el contexto de una Colombia violenta; sin embargo, en medio de esa oscuridad hablamos de la amistad de dos niños, un tanto anómala, pero es el punto donde ambos chavales encuentran la comprensión. ¿Es un mensaje directo a los padres?

El problema es más profundo que hablar de los padres y su crianza. El problema como tal tiene que ver con Colombia y su sociedad, cómo se construyen los valores a partir de los anti-valores políticos de esta Colombia, donde la moral se transforma dependiendo de la necesidad, donde el árbol genealógico ha sido infectado desde las generaciones más antiguas y estas son situaciones que se van pasando de generación en generación: las formas, las maneras y los mismos estados emocionales son hereditarios, pero han sido conformados en algún momento por los momentos sociopolíticos de Colombia. Un país donde ya no sorprende si asesinan o no es un país indolente. En ese orden de ideas se puede vivir de cualquier forma con dignidad sin entender la base del problema. Realmente es un país que cree que vive en la normalidad, pero esa normalidad es mentira.

¿Qué espera de los espectadores de su película?

Yo estoy para contar historias; si son mías, muchísimo mejor. La película puede ser entendida de mil formas y ninguna es más o menos, ninguna es errónea. Lo importante es esa primera sensación con la que se sale de la sala, porque soy consciente de que este tipo de temas no son fáciles de digerir y generan incomodidad. Y si se genera esa incomodidad, creo que el trabajo está hecho. Lo que sí puedo decir es que desde que llegué a Málaga he sentido la presencia del Festival; he comprobado cómo se está viviendo la fiesta del cine, cómo se celebra que existe el cine. Los festivales más bonitos son los que sientes la celebración en cada uno de sus rincones. Además, Málaga es una ciudad que me recuerda en algunos aspectos a Cartagena de Indias, así que me siento como en casa.