"Hay mucho espabilado en este oficio". A Curro Cano se le encoje el alma. Muchos mozos de espadas a los que el matador da cien euros para los costaleros se tiran la mitad de su paga al bolsillo. "Lo mío es ser como eran los bandoleros de Sierra Morena. No vargo para agarrar al torero y decirle nada. No hace ni un mes, me acerqué a uno para sacarle y cuando su mozo de espadas me vio, llamó a los de las peñas para que yo no cobrara ni un euro. Te tienes que ir del pueblo con la cara partía después de haber andado quinientos quilómetros con el coche".

Empezó en esto de espontáneo, saltando a los ruedos en busca de una oportunidad; pero le dijeron que no le ponían y se tuvo que ir a aburrir a las capeas. Tuvo la mala suerte de que le cogiera un vaco y le echara las tripas fuera. Por San Miguel, otro toro le echó mano en Palomares del Campo y le arrancó un testículo. Como de las capeas sólo podía esperar eso, se tuvo que dedicar a lo que le gusta: estar al lado de los toreros, que es para lo que dice que vale.

Curro habrá saltado de espontáneo unas cinco o seis tardes en Las Ventas. "En una de Beneficencia se me vino un comisario -que era gallego y bajito- y se me puso hecho un toro. Se creía que era carterista. Le dije: ´¿Carterista yo? Yo soy más blanco que tú´. ´Eso lo vamos a ver ahora mismo´, me dice. Entonces vino don César: ´Hombre, si Curro es el espontáneo de Madrid. Además, no ha hecho mal a nadie. Se ha tirado al toro devuelto y se ha entregado con él´. Pero como al gallego le había dicho que era más blanco que él, quería enchiquerarme sin atender a razones. Fue entonces cuando el Rey intervino y don César me sacó por la puerta grande. Me dice: ´A mí me gustaría sacarte de torero, pero te saco de paisano porque eres buena gente´. Aún el gallego se llega donde estábamos y me suelta: ´Si no te indulta el Rey, te meto en el chabro y te mato a palos´. ´¿Yo he matado o robado?´, le digo. Me contesta: ´Vete al campo a torear si quieres ser torero´. No tuve más remedio que decirle: ´Vete tú a Bilbao y busca a los de la ETA´. Ea, una cosa por otra, ¿no?"

Como ´costalero´, la peor salida en hombros que recuerda fue la del pasado 5 de junio en Madrid, con José Tomás a cuestas tras haber cortado el de Galapagar cuatro orejas: "Lo estaba sacando por la puerta grande y veo a un fotógrafo en el suelo, pidiendo auxilio. Entonces, por no pisarlo, echo la rodilla a tierra sin llegar a tirar al torero. Yo temía a las tres mil personas que venían detrás de nosotros, que si me llegan a empujar, mato al chaval". Le cuesta cogerle el aire a algún torero y lo pasa realmente mal: "Se te ponen en lo alto de la nuca y con sólo que des media vuelta, vas asfixiado porque te cortan la respiración. Entonces tienes que tener la picardía de darles con los codos hacia atrás para echarlos a su sitio"

Además de con mozos de espadas golfos, Curro tiene que lidiar con la autoridad en los callejones: "Generalmente los que menos mandan son los peores". Otras veces, son delincuentes locales los que le hacen la vida imposible: "Tú llevas al torero y, de repente, se te arriman dos y te sueltan: ´¡Eh, que hay que repartir, ¿eh?!´ Ni los conoces para nada ni los has visto en tu vida. ´¿Ustedes quiénes son? ¿Voy a trabajar yo para ustedes? Trabajen ustedes que son muy jóvenes, que yo paso muchas fatigas´. ´No, pero aquí estamos en nuestro terreno´, me sueltan. ´Yo también estoy en mi terreno, soy español´, les digo. Al final siempre tienes que repartir con ellos porque si no se lían a dar palos y qué haces: ´Ea, pues tomad 50 o 60 euros´ y a callar".

Cada día le aburren más los chuflas. Preferiría que le cogiera un toro a que un venao le quite el pan: "Me achica mucho y me hace perder la moral". Los años le pesan. Hay, además, gente que le ve en la puerta de un hotel y se cree que es un delincuente o uno que va a pedir: "Cuando he recibido algo, me lo he ganado".