Existe una realidad palpable y evidente en la que coinciden los expertos: el aumento de la conflictividad en general en los adolescentes. En este hecho inciden los cambios en el modelo familiar (empleo y la propia estructura), pero también responde a las ofertas de ocio actuales, la falta de empleo para los jóvenes, además de las drogas y otros factores, explica José Antonio Torres, coordinador del Servicio de Orientación y Mediación Familiar de la Concejalía de Bienestar Social del Ayuntamiento de Málaga.

Si en el pasado año se atendieron en este proyecto de mediación a 119 familias malagueñas, hasta octubre de este año han sido 103 y se espera cerrar el ejercicio con un incremento. Torres indica que además de ese aumento generalizado de la violencia, los conflictos familiares se visualizan más, es decir, la sociedad ahora acude a pedir ayuda externa, mientras que antes estos problemas se abordaban en el propio ámbito interno de la familia.

El perfil del solicitante de ayuda de este servicio municipal es el de una familia con problemas con su hijo adolescente de 13 a 17 años, aunque la edad punta son los 14-15 años. El motivo de conflicto son agresiones verbales –e incluso físicas de forma puntual– descalificaciones, incumplimientos de los horarios y las normas y problemas en el centro educativo. Aunque este es el perfil mayoritario también existe un segundo bloque relativo a padres con hijos de entre 8 a 12 años y con conflictos en la convivencia familiar.

Hay un factor de incidencia directa que es la separación de la pareja. En el 65% de los casos de conflicto con un menor la pareja ha atravesado o está sufriendo un proceso de ruptura. El objetivo del programa es mejorar la convivencia en el hogar y que cada miembro ocupe el rol que le corresponde. Para intentar logra esta armonía el trabajo es completo y abarca la modificación de conductas y la asunción de «culpas» en todos los componentes de la familia, pero no obstante el experto lanza algunos consejos orientativos a los progenitores.

Para empezar es un error tratar a un hijo como si fuera un «colega». Un padre ha de saber establecer unos límites y no puede confundir el nivel de confianza. «Muchas veces los padres vienen explicando que tienen un problema con su hijo, pero es posible que el niño eclosione por alguna cuestión y que ése sea sólo la punta del iceberg», dice.

La figura del padre ausente, «muy común en los tiempos actuales», es una de las cuestiones que provocan estos conflictos. «Es una figura muy presente y muy peligrosa, porque el niño no tiene un punto de referencia», señala.

El modelo productivo actual, los horarios y el hecho de que ambos progenitores trabajen afecta a la dinámica familiar. Pero esta realidad se puede suplir, subraya el experto. «Es importante que aunque sea poco tiempo, éste sea de calidad, que exista una estrategia y que se cumpla el rol de padre», comenta.

Muchas veces el menor puede tener razón en sus reivindicaciones o problemas, pero quizás no plantea las cuestiones de forma adecuada, sino con malos modos, gritos, agresiones verbales o descalificaciones. «En estos casos la estrategia es enseñarles a hablar. La intervención pasa por la orientación y la mediación intergeneracional», explica. Entre el 60% y el 65% de los casos tratados finalizan con éxito.