El anecdotario es inacabable, pero algunos de estos casos obligan a policías, funcionarios, jueces y fiscales a realizar alguna que otra gestión que, de paso, le cuesta el dinero al ciudadano: un abogado relata que, en una ocasión, un señor le pidió que denunciase la desaparición de su esposa. Al final, resultó que la señora llevaba veinte años fallecida. Pero el angustiado marido le dijo: «Yo la vi ayer, hay que abrir una investigación». Y allá que se fue a denunciarlo.

Algunas de las denuncias provienen de personas con evidentes problemas mentales, como la de un hombre que recientemente ha denunciado al personal de la unidad de agudos de un hospital por agresiones y porque allí, según explica en el escrito, se produjeron muertes extrañas; ha cargado contra el responsable de una asociación por tratar de echarle del piso tutelado en el que vive, y a su doctora por lo siguiente: «Me tuvieron ingresado durante la Semana Santa y no me dejaron verla».

Otro caso curioso: una mujer que demandó a su vecina porque su gata parió en el cochecito de su bebé. Este enfrentamiento acabó en un juicio en un juzgado de Primera Instancia de Marbella.

La semana pasada, sin ir más lejos, un padre denunció a las cuidadoras de la guardería de su hijo, un niño de apenas cuatro años, porque otro menor le mordió. Había que depurar responsabilidades de forma inmediata. Antes de interponer la correspondiente denuncia, echó una gran bronca a las docentes.

Este periódico pudo comprobar cómo una particular se querelló con una juez porque ésta no le había contestado a una carta previa, mientras que un habitante de un pueblo cercano a Sevilla que quería sacarse un curso de patrón de barco no tuvo otra ocurrencia que mandar a la Capitanía Marítima de Málaga un sobre con 100 euros, buscando el favor de las autoridades. Evidentemente, el sobre acabó en el juzgado. Y el esforzado marinero en ciernes, imputado por cohecho.

Otros temas que saturan los juzgados, especialmente los de Primera Instancia, son los relativos a lindes de tierras. «Ya nos lo enseñan en la facultad: las lindes tienen patas», ironiza el Javier Muriel.

Los asuntos más habituales están relacionados, por ejemplo, con las parejas de hecho que, al separarse, piensan que están amparados por la ley para reclamar, por ejemplo, la casa en la que vivían; o las querellas que se interponen, simplemente, para hacer pasar un mal rato a la otra persona y que al menos la imputen.