Lleva 31 años en el cuerpo y aún recuerda con precisión las caras, los nombres y apellidos, las fechas y los motivos de sus primeras detenciones. Hasta las matrículas de los coches.

Fue el 4 de mayo de 1980 en Bilbao, cuando trabajaba en la lucha contra el pequeño tráfico de drogas. La misma época en la que le enviaron a la frontera de Irún para esperar la entrada a España de un narcotraficante que pretendía introducir estupefacientes de Holanda. Nunca supo si el traficante entró a nuestro país por uno de los tres puentes que tenía que vigilar simultáneamente, pero no perdió el tiempo. Durante las horas que estuvo allí reconoció facialmente, de memoria, a otros cuatro delincuentes que tenían causas pendientes. Su memoria fotográfica los metió en el calabozo. Su habilidad es innata, pero tardó en sacarle punta hasta que sus jefes comprendieron el filón que tenían entre manos. Según sus superiores actuales, el inspector jefe Diego tiene un don que probablemente le ha convertido en un número uno en su trabajo a nivel nacional en apenas cinco años, los que lleva en la Unidad de Tratamiento de Información (UTI) de la Policía Nacional identificando a posibles delincuentes a través de fotografías. Un tiempo record si se tiene en cuenta que empezó de cero.

Diego reconoce no tener ni idea de informática. Ni falta que le hace. No habla de «don», sí de «retentiva y paciencia» que le permiten identificar, reconocer o relacionar a delincuentes y hechos delictivos que están en su base de datos y cuyos rostros han sido captados por cámaras de seguridad. Cuando los demás grupos de investigación del cuerpo se atascan, recurren a Diego. Y no sólo hablamos de Málaga. A este agente le envían casos de toda España que puede resolver con sorprendente inmediatez. «En el 50 0 60% de los casos que me envían, reconozco al protagonista en cuestión de segundos», explica Diego. Casi los mismos que invierte en localizar al más que probable infractor entre los cientos de carpetas y miles de imágenes que tiene en su álbum personal. Sin duda, un regalo para la inmediatez y la celeridad que exigen los delitos más graves.

A media mañana, antes de la entrevista, ya ha devuelto tres difusiones con sus correspondientes sospechosos, aunque su tope son once identificaciones en un día. El agente matiza que no señala como autor a nadie, sino que ofrece candidatos y de uno en uno para cada hecho: «Yo aporto los mimbres y los grupos hacen los cestos». Sólo durante 2010, este agente ofreció a sus compañeros alrededor de 300 candidatos y 50 asociaciones de hechos delictivos de entre un total de 2.000 imágenes recibidas. Más de 1.000 procedían de Madrid, lugar donde esta actividad está centralizada en la Comisaría General de la Policía Judicial.

Diego va más allá y puede relacionar en unos minutos la imagen de un atracador a cara descubierta con varios hechos aunque el caco no esté identificado. En su base de datos hay un individuo con presencia en siete delitos. «Cuando uno o varios individuos son detenidos, es probable que su modus operandi coincida con otros hechos delictivos pendientes de imputación con imágenes que así lo demuestren», abunda el inspector jefe.

Su especialidad son los grupos de sudamericanos que, junto a los procedentes de países del Este, son los que más dificultades ofrecen. En el primer caso apunta la dificultad que supone la entrada a España de infractores que vienen como turistas y en la mayoría de los casos con pasaportes e identidades falsos. Grupos itinerantes sin arraigo cuyo control y seguimiento es más difícil que el de los autóctonos. A Diego le han pedido que realice un curso para otros agentes, pero lamentablemente él no puede enseñar a memorizar caras.