Respeto, higiene y discreción. Un «no» es innegociable, el aseo y el uso de preservativos son sagrados y la discreción, una religión. Estos pueden ser los tres principales mandamientos que todo swinger que se precie cumple sin concesiones. Son parejas normales, de cualquier tendencia sexual, dispuestas a compartir a su media naranja.

Una breve inmersión en el océano de internet permite descifrar un mundo que se mueve con sigilo. Sin estridencias, la Red esconde miles de posibilidades que por supuesto alcanzan a Málaga.

El movimiento swinger ofrece en la Costa del Sol contactos, clubes e información sobre una actividad llena de matices para las parejas que buscan algo más. La oferta más llamativa, la de una asociación cuyos estatutos prohíben tajantemente aparecer en los medios de comunicación. La discreción es su columna vertebral y rechazan cualquier tipo de publicidad: «Somos un grupo privado, muy exclusivo, y elegimos a las parejas que entran». Tienen un cuartel general permanente en la comarca del Guadalhorce, pero sus citas pueden abarcar buena parte del mapa provincial en reuniones privadas que se celebran en las casas de los miembros de «la hermandad». Sin son espaciosas, mejor. «Esto no es un negocio. Seguimos el estilo europeo», insiste uno de los responsables de la asociación, quien presume de tener muy buen cartel en España y en muchos países del mundo, desde donde reciben un buen número de solicitudes y visitas a lo largo del año.

El perfil de los swingers coincide sobre todo en la edad. El bloque mayoritario lo forman parejas que tienen entre 30 y 45 años, pero el resto de tramos también tienen su representación. La clase media-alta es predominante.

Aunque inicialmente están abiertos a gente de todo tipo y orientación, lo único que exigen a sus visitantes es «una mentalidad abierta, un comportamiento amable, y el completo respeto a los deseos, gustos y apetencias de los demás asistentes.» La filosofía swinger se ciñe a parejas, aunque la asistencia de hombres sin pareja se admite bajo ciertas condiciones como estar en permanente contacto con la pareja que le ha invitado.

Comienza el juego

Una vez dentro del «clan», la discreción se acentúa. El uso de móviles y cámaras está terminantemente prohibido durante unas reuniones en las que no hay un programa definido. Charlan, toman copas, bailan y... No tiene por qué pasar nada más. Y si ocurre, ocurre con la complicidad previa de las parejas implicadas. Pueden conocerse de encuentros anteriores o de esa misma noche. A cierta hora, lo normal es que pase algo. Un acercamiento se convierte en charla y una charla da paso a una caricia. Si ésta es aceptada, el juego sexual puede mantenerse ahí o ganar intensidad en las zonas habilitadas para ello.

Desde la asociación se desmarcan de otros tipo de locales que se pueden encontrar en la Costa del Sol y a los que define como empresas de ocio. Utiliza el mismo término que reconoce Rocío, gerente de Play Papúa, un local de Torremolinos que también está orientado al intercambio de parejas. Sin embargo, Rocío también se desmarca de la imagen desvirtuada que ofrecen de estos establecimientos los reportajes que aparecen en la televisión. «Aquí vienen parejas absolutamente normales que buscan complementar sus relaciones personales. Es un lugar destinado a crear morbo, situaciones nuevas en las parejas que nos visitan», asegura la gerente, quien también matiza la accesibilidad: «Hablamos con ellos antes de que entren para conocer la idea que tienen del local y sobre lo que realmente buscan». Rocío incide en que algunos buscan «sexo sí o sí» y esa no es la filosofía que buscan, por lo que no pasan el corte.

A los que prueban por primera vez se les cala pronto. «Cuando les abres la puerta se ponen bastante nerviosos, sobre todo las chicas», dice Rocío, quien añade que ellos suelen ser los que «insisten» en visitar un local de intercambio de parejas y ellas las que finalmente «más disfrutan» y no tienen reparos en volver. Porque vuelven. La mayor parte de la clientela de este tipo de local es habitual.

Los novatos son minoría, pero poco a poco se suman a la familia que se hace más grande los fines de semana. Sobre todo los sábados, cuando en las instalaciones de Play Papúa se concentran «una media de 40 parejas» que pagan, como los viernes y las vísperas de festivos, 50 euros a cambio de cuatro consumiciones. Los precios se mantienen para los chicos que entran solos pero con la mitad de consumiciones y las chicas que llegan solas sólo pagan 10. Una sala de cine X, una zona mixta con espejos, una sauna, un jacuzzi, un cuarto oscuro y varias habitaciones privadas son la tarjeta de presentación para los invitados y para la imaginación del lector.