Pallarés es un cura que gusta a los cofrades porque utiliza en sus homilías, hasta en las más solemnes, un lenguaje directo y accesible, incisivo y seguramente provocador. Porque tiene los pies en el suelo, dicen. Porque no se entretiene en hablar del sexo de los ángeles cuando puede hacerlo del día a día en la tierra. Puede parecer extraño, porque los cofrades dominan el código barroco, a veces hasta para escribir un tuit; desafían cualquier ley actual paseando colosales altares itinerantes con tracción humana y se les suele acusar de derrochadores en esta época de vacas flacas, silenciando las obras de caridad que realizan. Pero Pérez Pallarés cae bien y su designación como pregonero de la Semana Santa de Málaga ha sido celebrada.

Se le ve ilusionado con tal cometido. «Un privilegio», insiste. «Una oportunidad de hablar de Dios». Se enteró un domingo, pero no recuerda cuál. Y antes de aceptar, consultó al obispo. Ahora está pensando ideas. Nunca deja de hacerlo, en realidad. Su cabeza es un brainstorming sin descanso, aunque es un cura que tiene sus ritmos, como él mismo reconoce, por la multiplicidad y diversidad de tareas que realiza: hace radio, dice misa, se toma una cerveza o las que hagan falta y lee a Benedicto XVI antes de dormir... Necesita encontrar espacio para ponerse a escribir, con sosiego.

Tiene pinta de ser un cura moderno y lo que para muchos es una virtud, para otros es un defecto. Demasiado moderno, le tachan. No le gusta esa palabra. Digamos entonces que es un sacerdote actual. Del siglo XXI. De vaqueros y alza cuello, y cazadora de cuello alzado. Backberry en el bolsillo, que necesita cargar porque ayer no le pararon de llamar. Pero en realidad, asegura que es tremendamente ortodoxo. Y que aspira a la santidad. Eso es clásico. «Soy fiel a la Iglesia y si no, no sería cura».

Rafael Pérez Pallarés considera que ser párroco es una bendición. Le encanta hablar de Dios sin hablar de Dios en la radio, comentando las noticias. Ha aumentado de forma espectacular sus seguidores en Twitter en un sólo día. Y aunque se está dejando asesorar, el 16 de marzo sabe lo que quiere contar. Sabe lo que quiere decir.