La Semana Santa es un fenómeno religioso y los cofrades somos unos cristianos cualificados que procesionamos a nuestros sagrados titulares por las calles de Málaga, bajo distintas advocaciones, con el fin de dar testimonio público de nuestra fe, rememorando cada año la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, desde su entrada en Jerusalén con la Pollinica, (Domingo de Ramos) hasta el Resucitado (Domingo de Resurrección). Somos parte integrante de la Iglesia, que nos engloba dentro de los movimientos de religiosidad popular, y los principales fines de las cofradías son: dar culto público y privado a los sagrados titulares; el ejercicio de la caridad desde la perspectiva cristiana (compromiso con el prójimo que trasciende a la mera ayuda material) y fomentar la formación espiritual y técnica. Aunque nuestra razón de ser es religiosa (sin la chispa de la fe y nuestra labor evangelizadora, no tendría sentido), alrededor, y como complemento de la Semana Santa, se dan también otros fenómenos que tienen trascendencia en la sociedad desde el punto de vista sociológico (es el movimiento ciudadano más amplio y que más vertebra a la ciudad de Málaga, aglomerando directamente a más de 60.000 hermanos de cuota en 39 cofradías de Pasión); económico (se genera riqueza, puestos de trabajo y perduran oficios artesanales que desaparecían si no fuera por ella: tallistas, imagineros, orfebres, pintores, diseñadores, bordadores, floristas, músicos, saeteros, sastres de túnicas y dalmáticas, vigilantes de seguridad, empleados de sillas y tribunas, personal de hostelería€); turístico (está declarada de Interés Turístico Internacional por el gran flujo de visitantes y trascendencia a nivel nacional e internacional) y cultural-artístico.

Por todo lo anterior, y por muchos motivos más, pienso que sobran argumentos para que todos trabajemos por mantener nuestras tradiciones, y más en concreto la cofrade en Málaga.

*Pablo Atencia es abogado