Hace veinte años, una pareja embarazada se contentaba con ver, en una pantalla, una mancha blanca sobre un fondo negro. Les señalaban la cabeza, las piernas, la columna vertebral. Pero muchos admiten ahora que nunca vieron nada, que les bastaba con que el ginecólogo supiera que todo marchaba bien.

Ahora, en pleno siglo XXI y de la revolución tecnológica, las ecografías ya son de cuatro dimensiones, una 3D con movimiento, es decir, un vídeo.

Se trata de una prueba que se realiza con ultrasonidos que no afectan al feto, al que se puede ver el cuerpo entero y hacer diagnósticos ante posibles anomalías.

Normalmente se hace en clínicas ginecológicas que hacen mediciones en los pequeños, con el fin de garantizar su salud y de hacer mediciones que determinen una fecha probable de parto.

Pero además de este tipo de ecografías, están las emocionales. La máquina es la misma que una de cuatro dimensiones, pero la experiencia es bien distinta. Miguel Martínez iba a ser padre cuando él y su mujer decidieron que querían más, que necesitaban ver a su niño más que los pocos segundos que se lo ponía el médico que hacía el diagnóstico. Buscaron y rebuscaron y no encontraron ningún sitio que hiciera ecografías sin diagnóstico. Entonces nació Ecobaby.

Esta empresa, 100% malagueña y fruto del mero emprendimiento, pertenece a tres socios cuyos trabajos nada tienen que ver con la medicina. Beltrán, el bebé que artifició el proyecto, ya tiene tres años, y ha posibilitado que, desde entonces, centenares de padres hayan visto a sus bebés en la felicidad que entraña el útero. «Estuvimos haciendo un estudio de mercado mirando máquinas 3D y 4D y tras probar muchísimas máquinas, compramos ésta, es japonesa», cuenta el copropietario, que asegura que la inversión hecha fue mayúscula.

Querían ofrecer un producto único y basado solo en sensaciones y emociones. Querían alejarse de diagnósticos, nervios y malos ratos. Una ecografía en la que los padres y familiares disfrutaran y vieran a sus niños rodeados de líquido amniótico, sin más presión que la de las patadas del bebé. «Vimos que en el ginecólogo estás poco tiempo viendo al feto, aquí se dispone de treinta minutos».

Otro de los pluses que vieron importantes para ofrecer fue el de no restringir la cifra de observadores. «En las clínicas tenían que estar muy concentrados y no dejan entrar más que al matrimonio. Vimos que muchos querían compartir el momento con los abuelos, los tíos, los hermanos», afirma. De hecho, en una ocasión, llegaron a acudir treinta personas de una misma familia para verlo.

Muchas parejas acuden a la clínica dos veces. Una primera, alrededor de la semana 15 para saber el sexo del bebé. La segunda, hacia las 26 semanas, para verle la cara. No se recomienda hacerlo más allá de la semana 32 pues el feto apenas tiene espacio y no puede moverse con mucha libertad.

Otro de los socios, José González, cuenta que el perfil medio de las familias que acuden a hacerse la ecografía es medio-bajo. «Las personas con más dinero tienen seguro privado, pero las que no, no pueden ver la cara de sus niños en la Seguridad Social, entonces deciden venir para disfrutarlo».

Además, colaboran con Red Madre, una asociación que ayuda a mujeres sin recursos con dudas sobre si interrumpir del embarazo. En Ecobaby le hacen la ecografía gratis. «Cuando los ven se le quitan las dudas», cuenta orgulloso.

La única recomendación para acudir a Ecobaby es ilusión y un poco de azúcar para que el bebé se mueva. Si no lo hace, los trabajadores dan bombones para que el sabor dulce agite al bebé. En caso de que la postura del niño no facilite la visión, se concierta la cita para otro día sin coste añadido. Los precios son variados y los hay para todos los públicos: desde un paquete básico hasta uno completo con vídeo y fotografías. Un recuerdo para toda la vida.

«Es indescriptible, me quedo sin palabras»

Si las paredes de la sala de ecografías de Ecobaby hablaran, contarían que allí se viven episodios muy emotivos: risas, lágrimas y miradas cómplices. Las trabajadoras, Maribel y Alba, aseguran trabajar en el empleo más bonito del mundo. Han vivido un sinfín de anécdotas, han visto a trillizos amontonados en el útero de su madre, llantos desenfrenados y hasta la visita del jugador del Málaga, Javier Saviola, que aprovechando su trabajo en la ciudad hace unos meses decidió con su pareja conocer la cara de su niña, aún por nacer.

Entre las más de sesenta parejas que acuden de media cada mes a conocer a sus niños se encuentran Margari y Raúl. «Es muy emocionante, indescriptible, me quedo sin palabras», reconoce la futura mamá, embarazada de 26 semanas. Otro futuro padre, Ángel, afirma que nunca olvidará la visita tras ver a su niño sonreír mientras dormía.

Silvia, de 35 años, dio a luz hace dos semanas a Beatriz. Conocía la experiencia, porque con su segundo hijo, Fernando, ya visitó la clínica. «Me sentí muy contenta, me dio mucha felicidad», cuenta la mujer, que asegura que es el recuerdo más bonito que pueden tener sus hijos el día de mañana. «Es una buena inversión, te gastas el dinero en tonterías pero un hijo es lo más importante».

@MarinaFernandz