No basta con emigrar para encontrar el mundo de las oportunidades. Ayuda, sobre todo cuando el futuro laboral en España es negro como el tizón y no hay esperanzas de encontrar un trabajo. Sin embargo, el sueño puede convertirse en pesadilla. Le ha ocurrido a Álvaro Cortés, un joven malagueño que viajó a Alemania engañado por falsas ofertas de empleo y se vio hacinado en un sótano con otros 140 españoles estafados. Al final ha tenido hasta suerte: trabaja desde la pasada semana como camarero en un hotel un mes después de firmar su contrato.

Está contento, después de haber sufrido un verdadero infierno. Su vida ha cambiado de forma radical. Ni siquiera vive ya en Érfurt. Hace un par de domingos se mudo a Suhl, donde comparte un piso con otros cuatro compañeros a cambio de 250 euros al mes cada uno, «algo exagerado para lo que es». Pero no es momento de quejarse, como reconoce. No cobra mucho ni trabajan en lo suyo, pero trabaja, al menos. En España no podía hacerlo a pesar de ser licenciado en Administración y Dirección de Empresas. Ahora monta y desmonta mesas.

Pese a todo, su vida en Alemania comienza a ver la luz tras atravesar un largo túnel, tan oscuro como los pasillos de la residencia donde ha tenido que vivir desde que llegó a mediados de septiembre. Nada se sabe aún de los dos socios responsables de esta estafa. Álvaro, de 27 años, en paro desde hace dos años, sin subsidio y sin atisbo de poder trabajar en España, se enteró de estas falsas ofertas de formación dual y de trabajo por un anuncio que vio en la oficina del INEM de Arganda del Rey, su lugar de residencia habitual, a principios de julio, cuando fue a renovar unos papeles.

La historia no pudo ser más extraña, rocambolesca y desgraciada para su protagonista. Tras enviar su curriculum, un reclutador le informó de la oferta: una beca de transporte de 300 euros, otra beca adicional de 500 euros por mudanza, así como alojamiento, en principio, una vivienda compartida entre dos o tres personas. También ayuda para llevar a cabo los trámites iniciales, como empadronamiento o apertura de cuentas bancarias. Si optaba por hacer un curso, recibiría una paga extra de 818 euros mensuales, y en el caso de ir a trabajar, una ayuda el primer mes de 890 euros.

Sin embargo, las empresas intermediarias desaparecieron del mapa sin dejar rastro. Los pisos compartidos que habían ofrecido tampoco existían y en su lugar tuvieron que alojarse inicialmente en un barracón en condiciones tercermundistas, sin calefacción y con un baño para todos.

La noticia se extendió como la pólvora e hizo reaccionar a las autoridades españolas y alemanas para tratar de ir solucionando todos los problemas. Sin embargo, a la hora de la verdad, Álvaro Cortés critica que ningún organismo público se ha hecho finalmente responsable. «Quizás algo la Embajada, pero poco. El Gobierno alemán se ha limitado a hacerse la foto. Y la Comunidad de Madrid, ni eso».

Pero prefiere ser optimista. «Ahora estamos bien», admite. «El problema es que el hotel está a cinco kilómetros y no tenemos transporte, únicamente un autobús que pasa cuatro veces al día», señala. Empezó a trabajar en el Rinberg Hotel, en Suhl, el pasado jueves, tras una periodo de formación en una escuela de hostelería. Su contrato es de tres años, hasta octubre de 2016. Por su trabajo cobra un sueldo de 500 euros, que le paga el establecimiento hotelero. El resto, hasta llegar a los 818 netos, los aporta el Gobierno alemán, de acuerdo con el sistema de formación dual establecido en aquel país.

Su trabajo consiste ahora ser ayudante en office, atender en el bufé y montar y desmontar mesas. Pero el plan es que, a lo largo de estos años, y dentro de su formación, tendrá que rotar por todos los departamentos del hotel, desde camarero a camarero de habitaciones y recepcionista. Toda una experiencia nueva para este licenciado.