«Cuando recibí la llamada estaba en el sofá de mi casa viendo la televisión. Sólo me dieron un minuto para decidirme», cuenta Curro Romero, onubense de 40 años y técnico de emergencias sanitarias del 061 en Marbella desde el 98. Ni que decir tiene que dijo que sí.

Dijo que sí a 45 horas en avión hasta sobrevolar un paisaje exótico y tener la sensación «de que había caído una bomba atómica».

Durante dos semanas de noviembre del año pasado formó parte de la avanzadilla de ayuda urgente española en la localidad de Tacloban, una de las zonas devastadas por el tifón de Filipinas, el Yolanda, «que llegó a alcanzar picos de 400 kilómetros por hora». Causó cerca de 10.000 muertes.

Curro Romero forma parte de la Unidad de Apoyo a Desastres (UAD) del 061, 100 voluntarios de toda Andalucía que pueden ser llamados cuando ocurre una catástrofe en cualquier país del globo. En su caso fueron cuatro los compañeros del 061 que se unieron a la operación, coordinada por la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo. Su intervención principal fue volver a poner en marcha el hospital de Tacloban. «Un pequeño tsunami que se creó con el tifón arrasó toda la planta baja. Lo único que estaba en condiciones era la planta de arriba, saturada de gente y sin luz, agua corriente ni servicios», resume el técnico del 061. Cuando llegó el grupo de voluntarios españoles, el hospital funcionaba al 5%. Dos semanas después, «cuando salimos estaba a más del 50%, dejamos el relevo a Médicos del Mundo, que siguen ahí», relata.

Curro Romero y sus compañeros se alojaron en los restos destrozados de un hotel de lujo que estaba ocupado por sus empleados -cedido por el propietario- pues se habían quedado sin viviendas. Trabajando 12 horas diarias, y con una organización metódica, además de recuperar el hospital visitaron las zonas cercanas para atender centros de salud y pequeños hospitales. También tuvieron tiempo para recorrer algún barangay (barrio en tagalo) y realizar vacunaciones masivas de niños.

«La gente nos recibió con carteles de bienvenida. Después de lo que sufrieron, siempre con sonrisas», recuerda de esos días.

Pero sin duda, lo que nunca se le borrará de la memoria será el día que ayudaba a pintar el hospital, coordinando a un grupo de trabajadores filipinos y apareció una joven de unos 20 años, descalza, y sólo con una bata, corriendo. «Detrás iban dos enfermeras chillando que la cogiéramos porque se iba a tirar por la ventana. La cogí con una pierna fuera de la barandilla y le quedaban minutos para parir». Curro y las enfermeras consiguieron calmar a la joven y llevarla al paritorio. Dio a luz un niño. El técnico del 061 de Marbella pudo verlo y la madre le dijo que le iba a poner su nombre, Francisco, por lo que había hecho. Justo antes de abandonar Filipinas el onubense pudo visitarla de nuevo y entregarle un dinero que había podido reunir con sus compañeros.

Curro Romero admite que, en esta sociedad que marcha a toda velocidad, las tragedias también se olvidan muy pronto, pero Filipinas sigue necesitando la ayuda de todos y en su caso, ha sido una experiencia que le ha cambiado la vida, por eso anima a colaborar a través de la Cruz Roja y si la ocasión se presenta, volverá a trabajar en el grupo de voluntarios del Servicio de Emergencias 061.