­Málaga le gastó una broma pesada a Frank Gehry en junio de 2001. Fue de forma inconsciente, pero terminó convirtiéndose en una elaborada operación que hizo creer al actual Premio Príncipe de Asturias de las Artes que tendría la oportunidad de plantar uno de sus edificios en el puerto de Málaga. Iluso él, llegó a visitar la ciudad pensando que estaba contratado y quería reconocer el terreno junto a dos ayudantes y sacar fotos. En su cabeza, posiblemente, ya se dibujaban formas exageradas, de curvas imposibles y diseño sinuoso. Pero ese sueño acabó de forma abrupta. Una conversación con el presidente de la Autoridad Portuaria del momento, Enrique Linde, terminó con la veloz espantada del afamado arquitecto, que no ha vuelto a pisar la ciudad.

Hasta entonces Málaga vivió con el sueño de tener un edificio con firma. Emular así a Bilbao, que con el Museo Guggenheim firmado por este autor consiguió revitalizar e impulsar la margen izquierda de la ría. Fue una iniciativa de la Asociación para el Desarrollo Industrial de Málaga (Aesdima), que contactó con el arquitecto y le invitó a venir a Málaga y conocer un terreno muy apetecible en el dique de Levante (y que por cierto sigue vacío). Quizás el excesivo entusiasmo de Aesdima, que pretendía obtener idea de este arquitecto, le confundió. Llegó Gehry con sus ayudantes y las expectativas altas. Pensando que había dinero detrás para financiar el edificio. Pero se encontró con un escenario muy distinto.

Aesdima aprovechó para solicitarle una propuesta gratuita para esa parcela. A él. El que ya era uno de los arquitectos más prestigiosos del mundo y con un caché astronómico.

Pero la ofensa se completó con el baño de realidad que sufrió de manos de Enrique Linde, que bajó la ensoñaciones arquitectónicas de Gehry a problemas más prácticos. El arquitecto se pensaba contratado para dar sus ideas a precio de oro y Linde le apuntó que no había ni dinero ni encaje jurídico. No le dijo que tampoco voluntad por no hacer la ofensa mayor.

El resultado de esta visita fue enfadar a Frank Gehry hasta extremos bíblicos, marchándose de forma abrupta de Málaga y quedándose con un recuerdo poco agradable de la ciudad.

Cuando Frank Gehry recoja el Premio Príncipe de Asturias no dedicará una línea de su discurso a Málaga, aunque más de uno en la ciudad se acordará de su extraño viaje y la gran pifia que supuso su invitación. Málaga nunca tendrá un edificio firmado por Frank Gehry, pero sabemos que él siempre recordará la ciudad.