­España cuenta con más de 34.000 personas sin vivienda. Son las víctimas del sistema, de la crisis, de la dejadez institucional y de una sociedad insolidaria e individualizada. Málaga dispone de numerosos recursos para atender a estas personas, cuya cifra se ha multiplicado en los últimos tiempos. No hay más que darse un paseo por parques, bancos, comedores o albergues sociales, donde cada vez más ciudadanos se acercan a buscar estos recursos.

Pero desde que una persona es excluida del sistema y de la normalización hasta que llega a los recursos ofrecidos por las administraciones y las organizaciones no gubernamentales pasa mucho tiempo.

Vergüenza, impotencia y desinformación son algunos de los términos a los que apuntan los expertos, que recuerdan que cada vez hay más nacionales cuya existencia antes de la crisis era bien distinta a la actual. Abogados, médicos, empresarios. El término sin hogar afecta a cada vez más personas. A muchas que nunca pensaron que les pudiera ocurrir.

Pero para acceder a la mayoría de estos recursos hay que regularizar la situación. No obstante, no todo el mundo quiere o puede hacerlo. La burocracia da pereza y otros ni siquiera pueden acceder a ella. Los trabajadores sociales y psicólogos lo saben y las ONG para las que trabajan son conscientes de que para llegar hasta estas personas hay que ponerles las cosas fáciles. Fruto de esta realidad nacieron los centros de baja exigencia que gestiona la Fundación Rais. Hace quince días abrió el primero de la provincia, el segundo de la comunidad autónoma tras el de Sevilla.

Junto al albergue municipal, este edificio prefabricado funciona como centro de día y de baja exigencia para aquellas personas que no quieren o pueden acceder al albergue municipal. Desde las 11 de la mañana y hasta las 18 horas todo aquel que lo desee puede entrar y utilizar sus aseos o su zona de ocio. Dispone de mesas y sillas con una biblioteca y juegos de mesa con los que pasar el tiempo de la manera más amena posible. También cuenta con una zona de descanso que se abrirá para las campañas de frío, de lluvia u olas de calor, además del resto del día. Una docena de sillones con sus reposapiés acogen cada día a numerosas personas sin techo u hogar para que el descanso sea más confortable y cuando lo necesiten.

Hace un mes que el Ayuntamiento de Málaga y la Fundación Rais firmaron un acuerdo de colaboración a través del cual el edificio era cedido a la organización a cambio de que esta lo gestione con sus propios trabajadores. Ya en marcha, han creado un equipo de fútbol, han concertado una visita al Museo del Patrimonio Municipal y tienen previsto celebrar talleres de relajación y manualidades.

El coordinador de Rais en el centro malagueño, Alejandro Bernal, asegura que estas actividades promovidas dentro del Centro de Día no solo sirven para fomentar el ocio, sino para promover otro tipo de valores como el trabajo en equipo o la solidaridad además de hábitos saludables como la higiene o el deporte.

Los tres trabajadores con los que cuenta el centro hacen un acompañamiento psicosocial para tratar de ayudarles a dejar la situación que viven. «Al tratarse de un centro de baja exigencia no preguntamos quiénes son, qué hacen o por qué han acabado así», señala el coordinador de Rais, que explica que la apertura de miras permite, incluso, que estén bajo los efectos del alcohol o las drogas. «Siempre y cuando se respeten y no haya problemas entre ellos no impedimos que entren».

Uno de los usuarios de este centro es Buchaid, que tiene 20 años. Este joven marroquí está a la espera de que le arreglen unos papeles para poder irse del centro. Visita el centro de día para reunirse con otros jóvenes que, como él, han salido del centro de protección de menores. Además de estas actividades en unos meses van a inaugurar un huerto urbano que les ayudará a tener expectativas y a ser responsables.

Y es que las personas en riesgo de exclusión social suelen tener dificultades para relacionarse o para formar parte de movimientos ciudadanos. Por eso, Rais se ha marcado como meta la transformación social, también desde el punto de vista sanitario, pues el 24% de las personas en esta situación tienen algún tipo de discapacidad. «Las personas más excluidas son las que menos se ven porque son invisibles aunque permanentemente juzgadas». La mayoría, advierte, están en la calle por rupturas familiares, adicciones o por problemas de salud mental.

Desde Rais Andalucía, su director, Ignacio Bartolomé, asegura que el motivo de haber dotado de contenido al centro no ha sido otro que el de poder trabaja de una manera más integral con las personas sin hogar. «Se cubren aspectos que tienen que ver con la privación de sus capacidades con la intención de encontrar un interés y así retomar proyectos vitales que abandonamos», cuenta.

La Fundación Rais, cuyo principal sustento es el cargo al IRPF con la famosa casilla social, tiene previsto otro proyecto en Málaga pues Bartolomé reconoce: «Son una realidad invisible, hay que ayudarles».