­Sobre las 10.00 horas de la mañana, apenas había movimiento en la puerta del Grupo Escolar de María Auxiliadora, el módulo de Infantil y Primaria en el que Alejandro estudiaba en el corazón de El Palo hasta el pasado lunes, cuando saltó la noticia de su extraña desaparición y su posterior fallecimiento. El centro, dependiente del CEIP Ramón del Valle Inclán, mantenía la puerta cerrada mientras los educadores intentaban mostrar ante sus alumnos una tranquilidad imposible.

Como la de la profesora del pequeño, que tuvo que ser asistida a primera hora de la mañana por los psicólogos tras recibir la noticia de su fallecimiento. Así lo explicó el director del complejo educativo, Juan Moreno, quien finalmente atendió a los medios tras una mañana de reuniones con representantes de Educación y aseguró que recibieron la información a las 8.15 horas. «Ha sido un día muy diferente a todos los demás. Es una noticia tremenda y hemos tenido que atender a algunos padres y a la profesora del niño, que al final no ha podido dar las clases», dijo Moreno visiblemente afectado, antes de añadir que algunos padres prefirieron llevarse a sus hijos a casa tras conocer el trágico desenlace. «Esto es una locura. Nadie se lo puede creer», apenas pudo decir un empleado del colegio entre lágrimas. «Era un niño muy abierto», concluyó antes de apresurarse a desaparecer tras la puerta de la escuela.

Horas más tarde, un grupo de madres formaban un corrillo junto al colegio para ver una foto de Alejandro en el móvil de una de ellas. «Estaba en un curso por encima de mi hijo», dijo la propietaria del teléfono. Según esta mujer, los responsables del centro tuvieron a todos los niños en una burbuja para aislarlos de una noticia tan traumática: «Han estado toda la mañana viendo vídeos y jugando. Ahora nos han dicho que mañana -por hoy- nos reuniremos con los psicólogos para saber cómo afrontar la situación y cómo manejarla con los niños».

Dolor. La sorpresa y la consternación planearon a lo largo y ancho del barrio durante toda la jornada, donde prácticamente todos los vecinos conocían la noticia desde primera hora por la gran repercusión mediática que tuvo desde que se denunció la desaparición del niño. Sin embargo, la situación más dura se vivió en el barrio sobre las 2.15 horas de la madrugada, cuando un equipo de psicólogos de emergencias pertenecientes al Grupo de Intervención Psicológica en Catástrofes, acompañados por una pareja de la Guardia Civil, comunicaron la muerte de su hijo a la madre y a los familiares que la acompañaban.

Según una miembro de dicho grupo, cuando llegaron al lugar en el que se encontraba la madre de Alejandro, que según algunas fuentes tiene otros dos hijos, había «mucho silencio e incertidumbre». Los expertos fueron los encargados de comunicar la noticia a la mujer, que estaba semisedada. Según fuentes de este grupo, que pertenece al Ilustre Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Oriental, los especialistas comunicaron el hecho de forma directa y sin dilación. «Se hace así porque se ofrece seguridad y le ayudamos a controlar la situación», señalaron, al tiempo que reconocieron que a la comunicación oficial le sigue la conocida como «ventilación emocional», mediante la cual la familia se desahoga. En este caso, no se requirió de grandes pautas dado el estado de la mujer, a la que después asistió un enfermero. Además, los dos psicólogos desplazados hasta el domicilio se ocuparon de controlar elementos de riesgo para evitar más daños.

A partir de ahora, la familia de Alejandro deberá enfrentarse al duelo de la manera más normal posible para evitar que se convierta en patológico. Según la psicóloga clínica del Colegio de Psicólogos, éste puede dilatarse hasta un año, por lo que es muy probable que requiera de ayuda extra.