­«Trabajamos con material muy sensible», reconoce Teresa Aragón, que está a apunto de terminar su segundo curso en el aula hospitalaria del Materno. Niños enfermos que además sufren por no llevar una vida normal. La escuela es lo que hace que un niño se sienta niño, como todos los demás. «Por eso trabajamos con una filosofía muy esperanzadora. La escuela es vida y nosotros damos vida», insiste. Los niños, además, logran desconectar de esas circunstancias desagradables de su enfermedad.

Pero también reconoce que no todas las historias tienen un final feliz. Los maestros que trabajan en las aulas hospitalarias de la provincia son profesionales muy especializados, que responden a un perfil concreto. Un perfil que les haga ser capaces de saber también enfrentarse a la muerte.

Y uno nunca termina de acostumbrarse a estos casos. «Más bien son los adultos los que se hacen preguntas. Los niños lo asumen todo con mucha mayor naturalidad», insiste Aragón. Al fin y al cabo, el aula hospitalaria es como cualquier otra de cualquier colegio: hay un alumno que quiere aprender y un maestro que quiere enseñar... Solo que el primero va a clase en pijama y el segundo lleva bata blanca. Llega el día de Andalucía y se celebra. El día de la Paz, y se conmemora... «Los niños nos dan veinte vueltas y nos dan auténticas lecciones», agrega esta maestra.

Más que maestros

Para ser profesor en un aula hospitalaria hay que elaborar un proyecto, presentarlo y defenderlo de forma oral. El proceso de selección es duro. No todos sirven para estar junto al niño enfermo hasta el último momento. «Hasta que la familia quiera», explica Rosi Rodríguez, coordinadora del servicio en Málaga. El impacto emocional es grande. Pero los maestros son mucho más que meros transmisores de conocimientos en estos casos. Se convierten en confidentes también de los padres. En sus cómplices. «Llegamos a compartir un espacio muy íntimo», asegura Teresa Aragón. La respuesta es integral.

Durante la recuperación del alumno en su casa también recibe la atención domiciliaria de estos maestros. La coordinación es absoluta, tanto con los que le han dado clase en el aula hospitalaria como con sus profesores de su centro de referencia. Todo esto da sentido al servicio. Que el escolar pueda volver a la normalidad de su colegio como si no hubiera pasado nada. Como si no hubiera estado enfermo ni convaleciente. Que no note desfase en su progresión curricular y se garantice así su derecho a la educación mientras ha estado recibiendo el tratamiento médico.