Como las cosas de palacio, las soluciones para atajar los problemas del arroyo de la Rebanadilla van despacio, demasiado para la paciencia de la asociación de vecinos de Campanillas, que hace unos días volvió a criticar el mal estado del arroyo. Así llevan cerca de una década.

«Este es el remate de los tomates, este año menos mal que no ha llovido pero aquí todas las casas se inundan», lamenta Carmela Fernández, presidenta de la asociación de vecinos de Campanillas.

Se encuentra en la calle Fausto, junto a la urbanización El Roquero. El arroyo, a cielo abierto a lo largo de la calle, presenta una vegetación casi amazónica. El único punto en el que ha sido embovedado es el que corresponde a la abandonada piscina de Campanillas. Una obra que los vecinos cuestionan y cuyo resultado paga la urbanización en forma de inundaciones cíclicas que llegan hasta sus viviendas.

«Por qué una zona se embovedó y la otra no?, ¿a quién interesaba poner una terraza encima del arroyo?, pues al Ayuntamiento», concluye la presidenta, Carmela Fernández.

A su lado se encuentra Ricardo Fombuena, también dirigente vecinal, que explica que como las tuberías que pasan bajo la zona cubierta son muy pequeñas, «el agua salta fuera, siempre se encharca cuando llega a la piscina e inunda todas las casas, por ahí empieza a bajar el agua», precisa.

La asociación de vecinos lamenta además que el Ayuntamiento haya respondido a estas inundaciones colocando una especie de escollera en el tramo posterior a la piscina, una decisión técnica incomprensible para los vecinos porque las inundaciones se siguen produciendo. «Es que lo que había que haber arreglado es el tramo anterior a la piscina, donde salta el agua, no el tramo posterior, es de locos», lamenta Ricardo Fombuena.

El dirigente vecinal explica que en realidad el arroyo de la Rebanadilla viene del oeste y cruza la carretera, pero se une en esta zona con un desaguadero del Parque Tecnológico, «por eso lleva agua todo el año, mientras del arroyo de la Rebanadilla no llega ni una gota», explica Carmela Fernández.

Mientras los vecinos visitan el arroyo, una rata se mete dentro de un contenedor. Es una de las muchas molestias de tener un arroyo tan frondoso a lo largo de la calle. Una situación que, en pleno casco urbano de Campanillas, no ven en absoluto bucólica. «Los vecinos dicen que hay ratas, culebras, cucarachas...», enumera Carmela Fernández, que destaca que lleva tres años pidiendo al Ayuntamiento un estudio del caudal del arroyo.

La asociación envió en agosto de 2014 una nota a la Gerencia de Urbanismo -«de la que no hemos recibido contestación alguna», lamenta la presidenta- en la que pedía el embovedado del arroyo o bien «la realización de una escollera a todo lo largo de su recorrido», para evitar las inundaciones «de las viviendas del margen izquierdo». Los vecinos tienen muy presente el desbordamiento de hace unos años, cuando hubo que emplear un tractor para sacar a los alumnos del vecino instituto.

«Es que Campanillas es un anexo de Málaga y ¿qué pasa con los anexos?, que se olvidan en un cajón», concluye Nuria Canalejo, de la asociación de vecinos.