Viernes 6 de mayo, dos de la tarde. Un repartidor de paquetería realiza su trabajo con una furgoneta en la calle Jerusalén, en el corazón de la barriada de San Andrés. Cuando el trabajador regresa de hacer una entrega observa que la puerta lateral del vehículo que él había cerrado con un candado está abierta de par en par. Se acerca sigilosamente y confirma que alguien se encuentra en el interior revolviéndolo todo. El repartidor cierra la puerta, echa la llave y llama al 092 para informar de que tiene atrapado en la furgoneta a un hombre que le estaba robando. Según fuentes cercanas al caso, una patrulla de agentes de la Policía Local de Málaga se trasladó hasta el lugar de los hechos para entrevistarse con el denunciante. Este les vuelve a contar la escena y los policías le piden que abra la puerta.

Las mismas fuentes añaden que del interior de la furgoneta se asoma un hombre que no tarda en reconocer abiertamente que su intención era robar. Numerosos paquetes abiertos y con sus contenidos esparcidos por el interior del vehículo apuntalan su versión, más reforzada todavía cuando los policías locales lo cachean y encuentran en uno de sus bolsillos el candado que había forzado para acceder a la furgoneta, momento en el que fue detenido por un presunto delito de robo en interior de vehículo.