El traumatólogo Rafael Casielles se ha convertido en cientos de hogares en una persona clave para que los más pequeños echen a andar con absoluta normalidad. Ya jubilado, pero aún activo en su consulta privada, fue el primer médico que introdujo en Málaga una técnica pionera y que garantizaba el éxito para que los niños volvieran andar. El doctor que arreglaba, y todavía trata, los pies zambos sin intervención quirúrgica.

Se crió en la calle San Patricio, al lado de la iglesia de la Victoria, y a pesar de hacer su vida y carrera profesional en la ciudad que le vio nacer, ha salido en diversas ocasiones para ampliar sus conocimientos. Tras sus años como residente en el Hospital Carlos Haya y dos años en el mismo y en el Hospital de Ronda llegó al Materno Infantil en el año 83, solo dos años más tarde de la apertura del mismo. «Pertenezco a la primera promoción que salió tras implantarse el MIR», detalla a sus 67 años.

En el Materno hizo su carrera profesional hasta jubilarse el pasado 2016. Sin embargo, los inicios no fueron fáciles. «Nadie nos había enseñado infantil y teníamos enfermedades y cosas que no sabíamos», explica. Ya había estado formándose en Montpellier (Francia) sobre patologías relacionadas con la columna pero en aquel entonces optó por visitar entre uno y dos fines de semana al mes el Hospital San Juan de Dios para aprender y ver los protocolos de actuación que se llevaban a cabo en infantil. Una iniciativa que tomó por su propia cuenta los días que descansaba y que él mismo pagó de su bolsillo.

Con ganas de saber más, en el año 92 partió hacia Iowa, en EEUU, para aprender de la mano del médico Ponsetí cómo tratar el pie zambo, una malformación no frecuente que se da en uno de cada mil niños nacidos y que hace que el menor nazca con el pie acortado y rotado hacia dentro. «Yo he visto en la India a personas con 50 ó 60 años que andaban así y se hacían zapatillas especiales con gomas de coches. Tenían unos callos...», recuerda. La técnica fue todo un avance a la hora de tratar a los pequeños y se instauró en el Materno Infantil, el primer hospital en tratar este problema con una escayola. Una medida que se ajusta conforme pasan las semanas y cerca de dos meses. Después, el pequeño debe estar con un yeso y unas botas especiales, tras un pequeño corte en el tendón de Aquiles. Después viene un seguimiento de varios años. «Al año el niño ya anda con normalidad. Puede jugar, correr y hacer vida normal», explica el doctor, quien recuerda que muchos de sus pacientes han practicado deporte sin problema, a pesar de haber nacido con los pies zambos.

Durante toda su carrera profesional han pasado por sus manos algo más de mil niños, según explica, y también ha formado al equipo humano que hoy día practica esta técnica en el Materno Infantil, tras jubilarse. «Una vez a la semana me paso por allí. Me gusta ir a ver a mis compañeros y compañeras», expone.

Tras lograr que se implantara en el Materno Infantil esta técnica, hasta entonces desconocida, quiso llevar su labor a quienes más lo necesitaban. Con la idea desde hacía años de salir fuera a ayudar en algún país con pocos recursos, fue en el año 2004 cuando se lanzó. Visitó durante un mes la India, con la Fundación Vicente Ferrer. Vio un anunció que le llamó la atención y en el que se solicitaba un cirujano ortopédico traumatólogo con formación infantil y no dudó en llamar. Fue una experiencia única, como bien describe, en la que abordó pies zambos y todo cuanto pudo. «En la India hay mucha poliomielitis y a pesar de no tener apenas experiencia, entre lo que sabía, los libros y lo que me enseñaron allí no hubo problema», recuerda. No ha vuelto pero está pendiente, no descarta que sea su próximo destino. Y es que desde entonces ha salido entre 7 y 8 veces a ayudar a los que menos tienen y en lugares muy dispares. La India; Madagascar y Guinea Bissau, en África; y Gaza (Palestina) son los destinos que ha visitado a lo largo de estos años en periodos de 30 días.

El último fue Gaza en 2016 con Médicos del Mundo, un viaje que recuerda como más desagradable que el resto por las condiciones de la ciudad. «Cuando pasas la frontera aquello es como una cárcel. Allí hay restaurantes, hoteles y la vida sigue pero no pueden salir», detalla mientras asegura que en ningún momento vio peligrar su vida mientras trabajaba. Quiere volver, sobre todo a la India, pero irá donde algunas de las organizaciones con las que colabora preparen cualquier proyecto.

Mientras tanto, ahora disfruta un poco más de su tiempo libre y hace ejercicio. Pensó retrasar su jubilación pero ahora no se arrepiente de la decisión que entonces tomó. «He trabajado muchas horas en el Materno. Estaba ya agotado». Además, tiene su propia consulta en la Alameda de Colón y también trabaja algunas horas en la clínica Chip. «Estoy amenazado por algunos pacientes para que no deje de trabajar», bromea.