Antonio Morales García tiene una simpatía arrolladora y muchas ganas de trabajar. En diciembre cumplirá 87 años y continúa atendiendo a diario los asuntos profesionales en su despacho de la calle Victoria. Lo hace frente a un ordenador recién estrenado, con pantalla plana, aunque conserva la máquina de escribir alemana que le regaló un cliente y que tantos años le ha acompañado.

Hijo de un experto ebanista, nació en Málaga en 1920 en la calle Victoria y estudió en los Salesianos. Allí le marcarían las enseñanzas de Francisco Míguez, un profesor que será beatificado este mes en el Vaticano. "Me educó muy bien y me hizo ver muchas cosas", destaca.

Tras los salesianos, pasó al instituto Gaona y luego, la fatídica Guerra Civil. Antonio combatiría con Franco y más tarde marcharía a Rusia con la División Azul. "Estuve sólo seis meses, me parece que fui el último oficial que pasó la frontera española el 25 de diciembre de 1943", recuerda.

El joven malagueño decidió continuar entonces la carrera militar, pasando 14 años en Marruecos. Allí, en Villasanjurjo, conocería a Emilia, su mujer. De la vida en el país vecino, entonces protectorado español, recuerda un ambiente parecido "a los ingleses en la India". "Entonces estábamos los africanistas, los que nos gustaba Marruecos". Antonio evoca también la buena convivencia entre judíos y musulmanes. "Había mucha compenetración y un buen ambiente", resume.

Tras la independencia de Marruecos regresa a Málaga. Allí estuvo en el regimiento Aragón 17, en el Campamento Benítez. "Era conocido como el regimiento del capitán Morales", bromea, mientras saca una placa que evidencia un gran cariño: es la que recibió en una cena anual, cuando se reúne con un grupo de antiguos reclutas del campamento, que estuvo bajo su mando en 1963.

En esos primeros años 60, el militar empieza a compaginar su trabajo en el Ejército con las tardes en el despacho de su hermano, graduado social, y decide estudiar Derecho. "Yo entonces compartía la fiebre que teníamos todos los españoles de trabajar más", cuenta. Comienza para el malagueño una etapa de intenso trabajo y en 1968, siendo destinado a Fuerteventura y ascendido a comandante, decide hacerse abogado y pasar al `destino civil´.

Con los años, la casa de la Victoria, en la que vive desde 1970, albergaría también su despacho. Antonio Morales confiesa que el paso del Ejército a la Abogacía no le costó mucho, por haber trabajado unos años con su hermano. "Yo he sido un abogado que ha tocado todos los palos, incluso fui magistrado del Trabajo a comienzos de los años 70", cuenta, mientras calcula que dictó unas 700 sentencias laborales.

Eran los años del `boom´ turístico; por eso el abogado malagueño realizaba tres o cuatro viajes semanales a la Costa, en unos momentos en los que, en Fuengirola por ejemplo, "sólo había dos abogados".

Don Antonio confiesa con ironía que lo que más le gusta de la profesión "es que me den sentencias favorables", aunque también resalta que hace mucho tiempo, se toma con calma y tranquilidad las desfavorables.

Hace unos años que su nieta ha seguido sus pasos, mientras el abuelo celebrará sus 40 años como abogado trabajando "con lo que entra en el despacho", sin olvidar nunca su etapa de militar. La experiencia le ha deparado, además de mayores conocimientos, una gran soltura para hablar en los juicios. "Ya tengo la costumbre y, como se dice, `voy dormido´. Tengo la facilidad de palabra", bromea.