Tenía que haber sido una fiesta para el «malaguismo», un partido para disfrutar ante uno de esos «grandes» del fútbol europeo a los que estamos acostumbrados a ver por la tele, pero no en el cara a cara. Lástima que la triste realidad que envuelve a la entidad de Martiricos en estos días convirtiera sin embargo el Málaga-Juventus de ayer (¡qué bien suena!) en una anécdota deportiva en medio del caos económico-social que vive el club.

Y es que a pocas semanas de que la previa de la Champions decida el futuro continental de la escuadra de Manuel Pellegrini, lo único que preocupa de verdad es saber si el jeque está o no dispuesto a seguir con el proyecto, si el vicepresidente desaparecido en combate piensa dar la cara, si el entrenador va a aguantar este chaparrón y cuántos jugadores de la actual plantilla estarán vestidos de corto en Balaídos dentro de dos fines de semana. Lo del 2-0 en contra de ayer, créanme, es lo de menos. No interesa.

Y eso que a pesar de la derrota fue un buen partido. Pellegrini se tomó muy en serio la prueba y sacó a casi todo su arsenal. Poco habría variado ayer seguramente su once inicial si el choque hubiera sido de competición oficial y no una pachanga veraniega. Si acaso, Eliseu, Duda o Welligton podrían haber tenido un hueco en el arranque, pero lo demás estaban todos los que son.

El Málaga fue fiel a su estilo de la 2011/2012. Quiso tocar y tocar el balón evitando cualquier pelotazo. Jugó con criterio, pero sin pegada. Y en el fútbol, sin gol, no eres nadie. Por mucho que trabajes atrás y por mucho que sobes la bola. Por oportunidades, el Málaga pudo golear al campeón de Italia. Sebas, Joaquín, Demichelis, Isco, Juanmi, Toulalan... No hubo manera.

La Vecchia Signora, campeón del último Scudetto, con el gran Andrea Pirlo en la parcela ancha, sí demostró instinto asesino arriba. Marcó Matri por partida doble. Nada más arrancar el partido y repitió nada más empezar la segunda parte. Un resultado tan inmerecido como justo si de lo que se trata es de meter la pelotita en el arco rival. Los albicelestes lo intentaron a la contra, con disparos desde fuera del área, con llegadas trenzadas... pero nada. Unas veces la mala puntería, otras el portero y hasta el larguero se empeñaron en que el fútbol no provocara una sonrisa en medio de tanta tormenta.

El martes, nueva cita. Esta vez en Atenas, ante el Olympiacos. Otro duelo de altura propio de lo que hasta hace unas semanas aspiraba a ser el Málaga. Habrá que aprovecharlo porque tiene pinta de que la pretemporada que viene volverán los «bolos» contra el Murcia, el Elche y, como mucho, el Boavista. Tiempo al tiempo.