Perdidos, caídos, superados... En definitiva, desaparecidos en el combate de Nervión. El Málaga CF sufrió ayer un correctivo inapelable del Sevilla, que le avasalló y le superó en todas las parcelas y al que no hay que ponerle ningún pero. Una derrota blanquiazul dolorosa al producirse ante el eterno rival, pero también decepcionante por cómo se produjo. Y es que el Málaga no fue el Málaga. Al menos no al que nos tenía acostumbrados semanas atrás. No estuvo bien plantado, no defendió de manera solidaria, no atacó con peligro ni tampoco mostró ninguna de las virtudes que han llevado al equipo de Javi Gracia hasta posiciones de privilegio y a igualar la mejor primera vuelta de la historia.

Quizás la reflexión sea equivocada y el Sevilla sólo aprovechó su buen momento y un mal día en la oficina malaguista, pero lo cierto es que hay condicionantes que hacen saltar las alarmas. No para preocuparse, pero sí para los que piensan en Europa como el objetivo al final de la meta. El Málaga aún no conoce la victoria en este 2015 en Liga. Acusa el cansancio en ciertos momentos del partido. A sus delanteros ya le han tomado la matrícula los rivales. Y las bajas se hacen notar ya demasiado. Ayer las miradas acusadoras se centraron en Angeleri, al que se le señala con razón de facilitar la posición de Bacca para superar a Kameni en el primer gol local. Sin embargo, el argentino juega fuera de su posición y ha pasado de ser el último en la rotación de los zagueros a ser el primero de los elegidos cada domingo.

Sin Weligton, Sergio Sánchez, Camacho... El Málaga es menos Málaga. Y eso se hace notar en plazas grandes como la de anoche en el Sánchez Pizjuán. La derrota no resta ni un ápice el gran año malaguista, la dedicación y el empeño de sus jugadores, la osadía de sus jóvenes jugadores y el ilusionante camino que aún queda por recorrer. Pero ayer hay que lamentar una caída que podía entrar dentro de las «cuentas» blanquiazules. El Sevilla, en puestos Champions, supera en presupuesto y amplitud de plantilla a los de Javi Gracia.

Aún así, la ilusión del séptimo de la clasificación estaba ahí y las frías estadísticas decían que en territorio hispalense, el Málaga sabe ganar con asiduidad.

Pero se vio desde el primer momento que las cosas no iban a ir nada bien. El Sevilla salió con la lección aprendida, siendo favorito y demostrándolo. Ahogó la salida del balón malaguista, puso dos tonos más de intensidad y vigiló tan de cerca a Amrabat y el resto de atacantes que cayeron una y otra vez en su trampa. De las armas malaguistas para hacer daño, ni rastro. De la zaga blanquiazul, sólo quedaba rezar.

Pero las ocasiones del Sevilla se amontonaban una y otra vez. Bacca campaba a sus anchas y Deulofeu hacía diabluras por la banda. Mal negocio porque el primer tanto salió de esa sociedad en el minuto 36. El atacante catalán asistió al colombiano con la complicidad de Angeleri, que se olvidó de la marca del sevillista.

El Málaga no tuvo capacidad de reacción. Es más, casi no daba dos pases seguidos. Errores impropios de este equipo, que se mostró atenazado y errático como si se jugase la permanencia.

El Sevilla se movió en ese ambiente. Aprovechó las imprecisiones malaguistas y dejó pasar los minutos.

Javi Gracia no encontró ni siquiera solución en su banquillo, donde metió dinamita haciendo debutar a Javi Guerra, además de Juanmi y Luis Alberto. Pero la pólvora estaba mojada. Y sí encontró el camino del gol Denis Suárez en una gran jugada con Bacca.

Este tropiezo no puede desviar al Málaga ahora de su eliminatoria contra el Athletic en cuartos de final. La Copa ilusiona al malaguista. Toca cambiar el chip.