Es la cantinela que se ha repetido a lo largo de todo el año, pero que sobre todo ha tomado fuerza en este tramo final de la temporada: sin gol no hay paraíso. Y ayer, ante un buen Celta que ha sido una de las sensaciones de la temporada y que ha conseguido sacar billete para disputar competición europea, el Málaga volvió a demostrar que pone sobre la mesa todos los condimentos necesarios para ser un equipo aspirante a cosas interesantes, pero que le sigue faltando lo más importante: el añorado y necesitado gol. Una derrota por la que no se derramó ninguna lágrima, pero que vuelve a poner de manifesto las virtudes y las carencias de este Málaga que ya está echando el cierre al curso. Lo mejor y lo peor del equipo esta temporada representado en 90 minutos que quedarán marcados por la vuelta del jeque Al-Thani a la rueda blanquiazul.

Con un partido con poca historia -con lo que se estaban jugando en el resto de la Liga a la misma hora-, el mensaje debe ser alto y claro hacia el dirigente malaguista ahora que está en casa y queda esperar que llegue sin intermediarios a la zona noble del viejo Balaídos. Hace falta inversión y hay que administrar bien el gran pellizco que está por llegar de los derechos televisivos. Todo ello para buscar un buen delantero, uno que asegure un buen puñado de goles, uno que le guste a Arnau y a Javi Gracia, que encandile la afición y que se le caiga los tantos de los bolsillos en cada partido. Sí, seguro que cuesta dinero y mucho trabajo, pero sería la guinda del pastel de este Málaga que hace casi todo lo demás bien, que no se deja llevar en partidos intrascendentes y que tiene buenos mimbres ahora y también gente que viene pisando fuerte por abajo. Todos y cada uno de los esfuerzos del Málaga este verano deberían estar primero enfocados en buscar un buen compañero de viaje de Charles y de Michael Santos para el próximo curso. Uno que sea mucho mejor que ellos dos juntos. A partir de ahí, el resto. Sólo así el Málaga podrá mira a la Liga con otros ojitos el próximo curso.

Porque ayer el Málaga tiró más a puerta que el Celta, dominó la segunda mitad y en ciertos momentos arrinconó a un buen rival, pero lo hizo sin la calidad o la puntería necesaria para empatar el partido y para sobreponerse al tanto inicial de Nolito. Porque el tridente celeste de ataque sí intimida, sí tiene un nivel alto y fruto de esa conexión llegó el único gol del encuentro, en una rápida combinación que arrancó Nolito, buscó a Aspas, que puso el balón a la espalda de la zaga blanquiazul para que Orellana asistiera con facilidad de nuevo al gaditano y marcase a placer. Una jugada de patio de colegio pero de muchos quilates. Un movimiento de trileros que se repitió en varias ocasiones durante el primer acto del partido.

Cierto es que fue un partido con pocas ataduras, liviano y en ciertos momentos tedioso por la falta de objetivos. Y en ese contexto el Celta se supo mover mejor, sobre todo en la primera mitad. De hecho, si no fuese por Ochoa, el conjunto de Gracia podría haber encajado varios tantos al descanso. El mexicano va a acabar el curso a un alto nivel y quedó demostrado en un mano a mano con Nolito y abaratando una vaselina de Aspas en la segunda mitad.

El Málaga de los primeros 45 minutos no estaba enchufado, se dejó llevar por el ambiente festivo en Balaídos para despedir una gran temporada de los locales. Pero la arenga de Gracia en el descanso debió surtir efecto porque la maquinaria blanquiazul empezó a funcionar en la reanudación. Primero tomó las riendas en el centro del campo, con Camacho y Recio haciéndose fuertes. Y también emergió la figura de Atsu, que se soltó la melena y mostró sus mejores minutos desde que llegó a Málaga con velocidad, verticalidad e incluso disparo, aunque no demasiado acertado en esa última faceta.

El Málaga iba a por el empate, pero se estrellaba en su falta de puntería una y otra vez. Camacho, Atsu, Recio o incluso Duda probaron fortuna, pero no era el día. El gol se resistía a entrar una vez más como tantas otras veces se había resistido a lo largo de la Liga. Y el final se consumió en ocasiones perdidas y con la sensación de que al menos el empate habría sido el resultado más justo.

Al menos el Málaga se marchó de Balaídos con la octava plaza aún bajo el brazo, con todo lo que ello implica. Se autoimpuesto la plantilla mantener ese puesto, que lejos de ser un billete para disputar una competición europea, sí es un reconocimiento al trabajo bien hecho durante un curso complicado, además de los réditos económicos que aportará al club. Lo tendrá el Málaga en su mano y lo defenderá la próxima jornada, la definitiva, ante Las Palmas en La Rosaleda. Ése será el cierre al curso. Esperemos que al menos sea con goles.