­Las aguas de San Pedro Alcántara atesoran un navío naufragado del siglo XVIII, un yacimiento arqueológico subacuático catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC) por parte de la Junta de Andalucía que ha sufrido expolios en los últimos años y que espera su puesta en valor y estudio que determinen en profundidad los orígenes de esta embarcación.

La arqueóloga del Centro de Arqueología Subacuático de Cádiz y dependiente del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, Milagros Alzaga, acudió ayer al Centro Cultural Trapiche de Guadaiza para ofrecer la ponencia «Protección y legislación del patrimonio subacuático: El caso del pecio de San Pedro Alcántara», enmarcada en las Jornadas de Patrimonio Histórico que organiza el Ayuntamiento.

La experta explicó que la arqueología subacuática es aquella que «estudia los restos de una cultura determinada que se han dejado bajo las aguas», tanto marinas como continentales, y aseguró que «existe un gran porcentaje de este patrimonio que está compuesto por naves hundidas o naufragadas», sin olvidar los restos de edificios, necrópolis o prehistóricos que pueden existir sumergidos, agregó.

En este sentido, destacó que en la costa de San Pedro se encuentran los restos de un navío que posiblemente naufragó en 1705, del que se tuvo conocimiento en 1997 y no es hasta el año 2010 cuando se localiza el yacimiento, a través de un particular, «a unos 4 ó 7 metros de profundidad y a 200 metros de la orilla», en el límite de la zona de baño, apuntó Alzaga.

En cuanto a su estado de conservación, la experta indicó que es bueno, aunque recalcó que «ha tenido momentos de expolio en los que se caracterizaba y se conocía sobre todo como el «barco de los botones», porque tenía una serie de botones y hebillas que estaban a la vista».

De este modo, Alzaga lamentó «la pérdida de gran parte de este material, que ya ha desaparecido», así como el hecho de que se ha llegado «a levantar parte de la estructura del navío para intentar localizar más restos para extraerlos».

Historia

La arqueóloga destacó que por las fuentes documentales existentes se ha relacionado al barco tradicionalmente con «la historia de unos navíos que naufragaron en la zona en el año 1705 en la batalla de Punta Cabrita», en concreto el Lys y el Magnanime, ambos de origen francés. Según relató, los barcos «se hundieron y se embarrancaron queriendo en las costas malagueñas para evitar que los ingleses capturasen esos navíos y se hiciesen con ellos».

Por otro lado, incidió en que los estudios realizados apuntan a que «la arquitectura naval de este navío no se corresponde con la de principios del siglo XVIII, sino a la de un navío más tardío, de mediado o final del siglo XVIII», por lo que estos indicios invitan a pensar «que no se trate del Lys ni del Magnanime», remarcó.

Respecto a las características de la embarcación, indicó que están visibles «unos 60 metros de eslora de largo y unos 10 ó 12 metros de manga». Asimismo, señaló que se ven «los restos de las cuadernas del navío, el costillaje, en parte del forro interno una serie de ruedas que pueden ser de cureña y un forro externo del navío al que le acompaña un forro de sacrificio y restos de cañones», de los que están visibles dos, dijo.

Además, se ha hallado en el pecio algún resto cerámico de plato o botija, alguna bala de cañón, motones del barco, elementos de plomo, algunos clavos o hebillas, entre otros materiales, añadió.

Sobre las medidas de protección del yacimiento, la experta destacó que a nivel jurídico el pecio está catalogado como BIC, mientras que a nivel físico, tanto el Ayuntamiento de Marbella como la Consejería tienen que velar por su vigilancia y «a lo mejor habría que cubrir una parte del pecio» porque «puede estar deteriorándose porque los peces estén comiéndose los restos de la madera», agregó.

Investigación

De momento, el centro gaditano ha realizado tres visitas al navío, la primera en el 2010 cuando se localizó, la segunda en 2013 cuando sufrió el expolio y otra en 2015 con motivo de un proyecto de investigación de I+D comandado por la Universidad de Málaga en colaboración con el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico para conocer «la caracterización química de los materiales arqueológicos» a través de un sistema transportable y sumergible «sin necesidad de de extraerlos del fondo», aseguró.

Alzaga precisó que «la idea que se tenía con este proyecto era crear este sistema de análisis por rayos láser que sirviese para la investigación futura y el tratamiento y conservación in situ que se podría dar a los materiales arqueológicos».

Con ello, se pretendía investigar si este sistema funcionaba y se ha conseguido analizar «la caracterización química de los distintos elementos que había en el fondo» como un botón, dos cañones, restos cerámicos y restos de plomo y de bronce.

La experta señaló que hasta ahora «no se han hecho estudios del barco, se han hecho visitas» por parte del centro para incorporarlo a la base de datos de Patrimonio Histórico de Andalucía, así como «no han habido permisos de prospección ni de excavación». Al hilo de ello, señaló que futuras excavaciones permitirían «avanzar en la investigación del yacimiento».

Alzaga hizo alusión a las posibilidades de difusión del yacimiento arqueológico debido a su cercanía a la playa y a su poca profundidad «para fomentar actitudes de participación, defensa y disfrute de este pecio». En este sentido, apuntó a los restos como elemento didáctico.

La experta en arqueología subacuática también aludió a la obligación de preservar este patrimonio histórico, tanto la administración pública como la ciudadanía.